lunes, 31 de enero de 2011

Te mueres por mí.

-No entiendo nada -dice.

Ella lo mira fijamente con cara de póker. O eso intenta. Tampoco esperaba que lo entendiera, no ha dicho una palabra. Pero sabe a qué se refiere.

-¿Qué pasa?

Sus ojos la miran. No él, sólo sus ojos. Concebir eso es más fácil. Porque ÉL nunca la miraría. Así que, la miran sus ojos y se siente intimidada. Aparta la vista.

-¿Qué quieres entender? -susurra.

-Quiero saber porqué me evitas, porqué ya no me sonríes, porqué hay silencios... tan incómodos, tan feos.

-Tú empezaste los silencios, ¿recuerdas?

-Duelen. No sabía que dolieran tanto...

Sus labios se cierran. El movimiento relajado de su respiración en el tórax se agita levemente y comienza un accelerando apresurado. Ella no quiere mirarle. Sabe que si lo hace... si lo hace...

-Dime algo, por favor -insiste él.

-Algo.

Qué borde. Ella se da la vuelta y lo mira. Durante un segundo parece que vuelve a haber la complicidad de antes, pero se torna frío de nuevo. Por dónde empezar, esa es la cuestión. Las palabras, las imágenes, los sentimientos comienzan a agolparse bajo su piel, haciendo que tiemble.

-Por favor... -susurra él. Y es el último ruego el que la impulsa a hablar.

-¿Quieres saber qué pasa? Que odio el efecto que provocas en mí. Odio sentirme vulnerable ante ti. Odio que no te des ni cuenta de ello. Paso las horas esperando un gesto por tu parte y no encuentro más que silencio. ¿No lo entiendes? Yo menos. Te dedico tiempo, alegría, ganas. Porque me gusta, me apetece, me siento bien haciéndolo. Pero, ¿qué pasa después? Nada. ¿Cómo quieres que me comporte igual que siempre, si pasas a mi lado y ni me rozas? ¿Qué quieres que diga, si eres tú el que no me dirige una mirada cuando hay más gente delante?

-Pero quedamos en que sería así...

-Sí, pero me he dado cuenta de que no lo soporto. Tengo una alarma que pita a todo volumen cuando estás cerca. Se me acelera el pulso, mis manos se quedan frías, comienzo a temblar... Y tú no pareces darte cuenta.

-Me doy cuenta de todo... Y yo me pongo igual, pero hay que mantener el tipo, hacer como si no pasara nada.

-Pues estoy harta. Y no... es imposible seguir así. Para mí es imposible...

-Perdóname, yo...

-¡No me pidas que te perdone! No lo hagas. No lo hagas nunca.

Él la mira, incrédulo. La está mirando. A ELLA. De pies a cabeza, atravesando su piel, descuartizando su alma en pequeños trocitos para intentar comprenderla. Dios mío, ¿qué está pasando? La necesita. No puede decirle, no, no puede decirle que todo... Suspira y cierra los ojos.

-¿Sabes qué es lo que más odio? -pregunta ella, sin esperar respuesta-. Lo que más odio es que me pedirás perdón y yo te perdonaré, haré como si no hubiera pasado nada, olvidaré lo que sea que haya ocurrido y volveré a ser la misma de antes. Y tú volverás a hacer lo mismo. Y yo te volveré a perdonar... -las lágrimas asoman a sus ojos, nublando su vista.

-Mírame -dice él mientras coge su barbilla y la gira-. Te quiero.

-Que me quieras es malo. Que yo te quiera, aún peor. Querernos es una putada.

-La soportaremos juntos. Porque, aunque no lo notes, cada instante estoy pendiente de ti. Si paso a tu lado y no te rozo, es porque me ha faltado el valor. Si hay más gente y no te hablo, es porque me gusta observarte callado. Si no te sonrío es porque espero tu gesto primero y me preocupo al no verlo. Si no te miro... si no te miro es porque tengo unas ganas tremendas de besarte y sé que no puedo hacerlo.

-Piuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuf... Ahora es cuando yo te digo: "perdonado". Y todos contentos. Tú, yo, y el que lea esto cuando escribamos nuestro libro.

-No bonita. Si de verdad me perdonas harás algo que agradará más a todos.

-Pegarte. Eso sería bueno. Pegarte un buen bofetón e irme de rositas, tan campante.

-Serías incapaz.

-Te odio, me conoces demasiado.

Él la coge por las muñecas y se acerca lentamente hasta que sus narices se rozan.

-En realidad me quieres, preciosa, aunque te cueste reconocerlo.

-Tampoco podría. Está prohibido... ¿no? -dice ella mientras se acerca embelesada a sus labios.

-Eso es lo que lo hace tan jodidamente bueno...

-Te mueres por mí.

-Y tú por mí, pero shhh... no podemos saberlo.

Sonríen como tontos y se produce el sonido suave y quedo de los labios al unirse.

3 comentarios: