viernes, 21 de noviembre de 2014

Pavana para una dama egipcia.

Yo sé que un día aquí sobre la tierra
     no estaré nunca más. Habré partido
     como los viejos árboles del bosque
     cuando los llama el viento. Y esto que escribo
     no me lo dicta apenas una idea
     pues ya se ha hecho sangre de mis venas.
También sin meditar suelen los árboles
     tener claro su fin. Como toda materia
     guarda memoria de su nada póstuma.
     No es preciso pensar para decirse
     —cada quien a sí mismo— adiós por dentro.
     Con ver las hojas en otoño basta;
     con ver la tierra allá a lo lejos, roja,
     flotando en el abismo, sin nosotros,
     se aprende casi todo...

Yo sé que un día con tus egipcios ojos
     me buscarás sin verme aquí en la tierra,
     y no estaré ya más.
     Y no es la mente quien me lo dice ahora,
     sino tu cuerpo donde puedo leerlo;
     aquí en tus brazos, tus senos, tu perfume,
     porque lo eterno vive de lo efímero
     como en nosotros el dios que nos custodia
     con tanto enigma en su perfil de pájaro
     y su vuelo que siempre está a la puerta.
Eugenio Montejo.

martes, 18 de noviembre de 2014

lunes, 17 de noviembre de 2014

La memoria en las manos


Hoy son las manos la memoria.
El alma no se acuerda, está dolida
de tanto recordar. Pero en las manos
queda el recuerdo de lo que han tenido.
Recuerdo de una piedra
que hubo junto a un arroyo
y que cogimos distraídamente
sin darnos cuenta de nuestra ventura.
Pero su peso áspero,
sentir nos hace que por fin cogimos
el fruto más hermoso de los tiempos.
A tiempo sabe
el peso de una piedra entre las manos.
En una piedra está
la paciencia del mundo, madurada despacio.
Incalculable suma
de días y de noches, sol y agua
la que costó esta forma torpe y dura
que acariciar no sabe y acompaña
tan sólo con su peso, oscuramente.
Se estuvo siempre quieta,
sin buscar, encerrada,
en una voluntad densa y constante
de no volar como la mariposa,
de no ser bella, como el lirio,
para salvar de envidias su pureza.
¡Cuántos esbeltos lirios, cuántas gráciles
libélulas se han muerto, allí, a su lado
por correr tanto hacia la primavera!
Ella supo esperar sin pedir nada
más que la eternidad de su ser puro.
Por renunciar al pétalo, y al vuelo,
está viva y me enseña
que un amor debe estarse quizá quieto, muy quieto,
soltar las falsas alas de la prisa,
y derrotar así su propia muerte.
También recuerdan ellas, mis manos,
haber tenido una cabeza amada entre sus palmas.
Nada más misterioso en este mundo.
Los dedos reconocen los cabellos
lentamente, uno a uno, como hojas
de calendario: son recuerdos
de otros tantos, también innumerables
días felices
dóciles al amor que los revive.
Pero al palpar la forma inexorable
que detrás de la carne nos resiste
las palmas ya se quedan ciegas.
No son caricias, no, lo que repiten
pasando y repasando sobre el hueso:
son preguntas sin fin, son infinitas
angustias hechas tactos ardorosos.
Y nada les contesta: una sospecha
de que todo se escapa y se nos huye
cuando entre nuestras manos lo oprimimos
nos sube del calor de aquella frente.
La cabeza se entrega. ¿Es la entrega absoluta?
El peso en nuestras manos lo insinúa,
los dedos se lo creen,
y quieren convencerse: palpan, palpan.
Pero una voz oscura tras la frente,
-¿nuestra frente o la suya?-
nos dice que el misterio más lejano,
porque está allí tan cerca, no se toca
con la carne mortal con que buscamos
allí, en la punta de los dedos,
la presencia invisible.
Teniendo una cabeza así cogida
nada se sabe, nada,
sino que está el futuro decidiendo
o nuestra vida o nuestra muerte
tras esas pobres manos engañadas
por la hermosura de lo que sostienen.
Entre unas manos ciegas
que no pueden saber. Cuya fe única
está en ser buenas, en hacer caricias
sin casarse, por ver si así se ganan
cuando ya la cabeza amada vuelva
a vivir otra vez sobre sus hombros,
y parezca que nada les queda entre las palmas,
el triunfo de no estar nunca vacías.

Pedro Salinas.

Retrato

Ésta es mi cara y ésta es mi alma: leed.
Unos ojos de hastío y una boca de sed...
Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe...
Calaveradas, amoríos... Nada grave,
Un poco de locura, un algo de poesía,
Una gota del vino de la melancolía...
¿Vicios? Todos. Ninguno...

Retrato, Manual Machado [Fragmento]

domingo, 16 de noviembre de 2014

Resaca poética.

"Y para hallar consonantes, los busco en dos bocas que se juntan; y estalla el beso, y escribo la estrofa, y entonces si veis mi alma, conoceréis a mi Musa".

El velo de la Reina Mab, Rubén Darío.

jueves, 23 de octubre de 2014

Canción

Cada cuerpo con su deseo
y el mar al frente.
Cada lecho con su naufragio
y los barcos al horizonte.

Estoy cantando la vieja canción
que no tiene palabras.
Cada cuerpo junto a otro cuerpo,
cada espejo temblando en la sombra
y las nubes errantes.

Estoy tocando la antigua guitarra
con que los amantes se duermen.
Cada ventana en sus helechos,
cada cuerpo desnudo en su noche
y el mar al fondo, inalcanzable.

Eugenio Montejo.

viernes, 17 de octubre de 2014

Go all the way.

Si vas a intentarlo, ve hasta el final, de lo contrario, no empieces siquiera.
Tal vez suponga perder novias, esposas, familia, trabajo, y quizá, la cabeza.
Tal vez suponga no comer durante tres o cuatro días.
Tal vez suponga helarte en el banco de un parque.
Tal vez suponga la cárcel.
Tal vez suponga humillación.
Tal vez suponga desdén, aislamiento...el aislamiento es el premio. Todo lo demás es para poner a prueba tu resistencia, tus autenticas ganas de hacerlo.Y lo harás, a pesar del rechazo y de las ínfimas probabilidades.Y será mejor que cualquier cosa que pudieras imaginar. Si vas a intentarlo, ve hasta el final. No existe una sensación igual. Estarás solo, con los dioses, y las noches arderán en llamas. Llevarás las riendas de la vida hasta la risa perfecta.
Es por lo único que vale la pena luchar.

Bukowski.


(Much better in english)

lunes, 19 de mayo de 2014

XII. Mordaza

Me deslizo sobre el borde de tu ausencia como una sombra.
Podría dejarme caer y desintegrarme en el olvido, pero
una ráfaga constante de suspiros me sujetan con fuerza a tus palabras.

El anhelo continuo de saberte vivo.
La ambición tan grande de saberte mío.

Toda la ilusión en la bruma de tu sonrisa,
toda la desdicha en el filo de tu mirada.
Como un sangriento cuchillo devorándome las entrañas,
sacudiéndome el alma desde el epicentro de la memoria,
sobornando mis sentidos, modificando mi subconsciente
para hacerlo tuyo, para hacerlo nuestro...
Y no morir en el intento.

Soñarte y escapar. Escapar y no ser.
No más que dos sombras.
No más que un recuerdo.

jueves, 3 de abril de 2014

Correlación antitética.

Tú tan como siempre, y yo...
yo tan como nunca.

Ojalá pudiera seguir escribiéndote versos tristes. Pero hay un dolor tan profundo, tan infinito, tan acantilado... que las palabras se ahogan en lágrimas antes de nacer. Sigo esperando tus manos. Maldita obsesión incierta. Me doblega. Y tus ojos. Malditos tus ojos, y tus manos, y tu sonrisa afilada, lista para morder. Maldito aquel día, aquella hora, aquella habitación perdida. Maldita realidad que me consume. Maldito tiempo.

Ojalá pudiera volver atrás y dejar de mirar aquellos calcetines a rayas mientras tu voz inquiría ansiosa, sutil. Imaginarte como un león enjaulado. Matarte con la ausencia, con la incertidumbre, con un NO. Romper aquella nota, tirarla por el desagüe, tragármela si hubiera hecho falta. Y haberla olvidado al instante, como si no hubiera existido jamás aquel roce de tus manos. Tus manos en mis manos.

Ojalá pudiera volver a mirarte a la cara sin sentir todo este peso. Sin ir dejando pedacitos de mí en tu espalda mientras te alejas. Y yo te miro. Y nada ocurre. Sin pensar en el maldito instante en que te escribí la primera palabra. Maldito y mil veces bendito. Estoy aquí, joder, ¡mírame! Sálvame del silencio. El silencio de mis noches. De esas noches en las que te pienso y me digo: "Cómo hemos cambiado". Y en cambio, la realidad es que estamos...

Tú tan como siempre, y yo...
yo tan como nunca.

viernes, 21 de marzo de 2014

¿Día de la poesía?

Dicen los eruditos que hoy, veintiuno de Marzo, es el día de la poesía. Algunos andan proclamando por ahí que, en ocasiones, la belleza reside en las palabras. No se dan cuenta de que la poesía se esconde en las esquinas, en la lluvia, en las alas que le dí al Hombre Pájaro, en el olor a libro viejo, en los labios de mi amor, en las manos de los desconocidos.

No voy a permitirme llenar el suelo de tinta como tantas otras veces, así que os dejo un poema que descubrí escondido en la puerta de uno de esos autobuses desde los que contemplo amaneceres y puestas de sol, y que me encantó por su sencillez, por lo mucho que me identifico con él en este momento.

Este poema no dice nada. 
No encuentro sus palabras. 
Es tan pequeño, tan sencillo, tan humilde, tan callado. 
No es para vosotros. 
Es mío solamente. 
Están en él mi padre, mi madre, mi otro hermano. 
Es un nudo de sangre caliente y apretado. 
—No se sabrá nunca 
lo que va por dentro de la sangre, 
son ríos de otra cosa-.
Este poema no admite palabras. 
No puede leerse. 
Es tan hondo. 
Dejadlo. 

María Cegarra.