martes, 1 de febrero de 2011

¿Será un ángel camuflado?

Aunque describiera cada una de sus curvas milímetro a milímetro, nunca llegarás a imaginar lo bien que le sientan esos vaqueros. Se ajustan a sus piernas perfectamente, desde los tobillos a las caderas, desde las caderas a los tobillos. Los bolsillos de atrás son bajos y hacen más deseable el contorno de su cuerpo allá donde termina la espalda. Y la desgastada tela se abre en pequeños agujeros que descubren una piel blanca y suave.

Lleva puesta una camisa morada, con escote de pico, abotonada hasta la altura del ombligo. Debajo asoma una diminuta camiseta de licra de color rosa pálido que se pega completamente a su cintura. Un fino cordón rodea sus caderas por encima de la camisa, ajustándola. Las mangas acaban en el codo, dejando al descubierto la mitad de sus delicados brazos. Lleva un reloj plateado, de esfera rectangular, y un par de pulseras de colores. Tiene las uñas pintadas de color morado, conjuntando con su ropa.

Camina firme sobre unos tacones grises no muy altos, lo que hace aún su cuerpo más esbelto. Sostiene una chaqueta de cuero gris en la mano y mira ansiosa el reloj. No puedo creer que haya encontrado a la mujer perfecta en aquella cutre parada de bus. Sea como sea, tengo que conseguir una cita, su número, su nombre.

-No pasará hasta y media -miento-. Así que podrías sentarte, va para largo.

-Oh, no, gracias, estoy esperando a alguien.

Me mira y me sonríe, un poco nerviosa. Dios, es preciosa. Sus ojos son de color azul celeste, aunque no me creáis, lo son. Y acaban en una nariz pequeña y respingona, a conjunto con una sonrisa blanca y perfecta, enmarcada en unos finos labios perfilados. La brisa le revuelve el pelo castaño y juega con sus rizos.

-Parece que se ha retrasado, ¿no? -quiero meterme donde no me llaman, hacer que se moleste o que entablemos una conversación sobre nuestras vidas privadas, invitarla a un café como compensación...

-Eso parece. Llevo una hora esperando, debería irme, pero...

-Pero algo te retiene. Sientes que puede llegar de un momento a otro -digo mientras me siento en la parada. Doy un par de palmaditas al sitio que queda libre a mi lado-. Podrías sentarte, con lo bonita que eres, seguro que te ve, no puedes pasar desapercibida.

Me mira un poco desconfiada, pero asiente y se sienta a mi lado. Baja un poco la cabeza y evita que nuestras miradas se crucen. Lleva un sencillo maquillaje plateado en los párpados.

-Le agradezco a quien sea que te ha dejado plantada el haberlo hecho. No sé cómo he podido ser feliz sin haberte visto antes.

-Eh... gracias -¿tierra trágame? Eso parece estar pensando.

-No eres de por aquí, ¿verdad?

-No, vivo bastante lejos.

-No me lo digas. Mmmm... ¿país extranjero?

-Exacto -sonríe complacida.

-Mmmm... ¿Rusia? No, mucho frío. Mmmm... ¿Estados Unidos? No, demasiado lejos. Mmmm...

-A la tercera va la vencida, vamos.

-Mmmm... ¿Alemania?

-¡¡Bingo!! Eh, eres bueno, ahora no querrás que te pague o algo así, ¿no?

-No, no, de momento no cobro por mis servicios. Aunque podrías decirme tu nombre.

-Ya sabía yo... ¿Cuál prefieres, el bonito o el verdadero?

-No sé, el que más te guste.

-Me llamo Charlotte. ¿Y tú?

-Alberto. Es algo más tradicional que el tuyo -ella sonríe. Joder, me ha mentido. Fuck-. ¿Sabes? Creo que acabo de tener una revelación.

-¿Cómo? ¿Una visión?

-Sí, sí, eso. He visto dos cafés esperándonos en ese Starbucks. ¿Qué te parece si no los hacemos esperar y vamos dentro?

-Vaya ocurrencias tienes y qué forma de ligar tan rara, teniendo "visiones". Aceptaría encantada, pero quizás llegue la persona a la que...

-Vamos, Charlotte, él no va a llegar. Quizás el destino quiso que no viniera y que me encontraras a mí en su lugar. ¿Qué pierdes por un café?

-Supongo que nada. Ni siquiera dinero: invitas tú.

-Hecho.

Y nos adentramos en esa cafetería que huele a nuevas historias y experiencias. Sus ojos color azul celeste brillan como ningunos. Y el capuccino me sabe a gloria. ¿Será un ángel camuflado?

Qué bonita es...

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