viernes, 12 de mayo de 2023

Contra la página en blanco.

 Contra la página en blanco, pienso en ti, sigo la regla de oro y empiezo por el principio.


Dos años sin escribir(te). He perdido tanto.

Margaryta Yakovenko dijo ayer que cuando no escribía era una persona horrible.

Cuando no escribo me transformo en otro yo. Otra mujer funcional que madruga, trabaja, come, limpia, estudia, lee, corrige exámenes y duerme. Y esa mujer está bien. Sonríe. Hace amigos. Es amable y eficiente. Pero no soy yo.

Dos años sin escribir(te). Porque siempre lo hago a escondidas.

Ni siquiera me enfrento a la página en blanco. La desnudez física es sencilla, la del alma no tanto. Ni siquiera recordaba las contraseñas. Me rodeo de palabras que no son mías. Me descubro envidiando a los adolescentes de un grupo de escritura y utilizo algunas de sus palabras para empezar este relato.

Dos años sin escribir(te). ¿Cuántos sin que me leas?

Se me instala un dolor en el pecho que no me deja respirar. Lloro frente a la pantalla. ¿Por qué sigo sintiéndome evaluada en cada paso que doy? ¿En cada palabra que (te) escribo? Hay roles que nunca cambiarán. Abril sigue siendo el mes más cruel y yo sigo sin saber gestionar mis emociones. Hay tanto daño que no sé por dónde empezar, no hay principio. El dolor se agrupa, ya no solo en mi costado, sino en mis ojos y en mis manos. Duelen y calman estas palabras.

Dos años sin escribir(te). ¿Hay final?

Pongo el contador a cero. Espero recordar la contraseña si hay próxima vez. Perdóname. No sé hacer otra cosa que escribir(te). No me enseñaste más. La regla de oro ya no me sirve. Solo sé arrojar estos fragmentos a la página en blanco, que siempre tienen una parte de ti, para quemarlos, para quemarme.

Dos años sin escribir(te). No hay salvación.

viernes, 26 de noviembre de 2021

Ausencia

Vuelve a tenerle miedo a la página en blanco. Se me enfrían las palabras en las yemas de los dedos. No consigo parar este leve temblor que recorre mi espina dorsal. Pero este año... este año me ha arrebatado tanto que no puedo dejar que también silencie mi voz.

Y, sin embargo, es tan débil que casi ha desaparecido. Vive anestesiada a la fuerza en un rincón de mi mente. Sé que en ocasiones lucha por salir. La oigo, tenue, algunas noches. Me asalta mientras conduzco y dibuja sus hilos en la carretera. Me dice que escriba un poema, que deje ir tanto dolor. Pero escribirlo es inmortalizarlo. Y me da tanto miedo volverme a leer...

Hay tantos momentos de este año que me gustaría olvidar, desde el primerísimo día hasta hoy. En cambio, casi todos los recuerdos están empañados por una espesa capa de protección. Sé que debo romperla, abrir la herida para que cure bien. Hay tanto daño que no sé por dónde empezar.

Por las llamadas diarias y las preguntas: "¿Cómo está hoy?". Por el tardío billete de tren. Por el puto examen de la oposición. Nunca pedí que me pusieran contigo al teléfono aunque tú no pudieras hablarme. Aunque no me reconocieras. No sé si habría tenido fuerzas.

Nunca me he sentido tan fría como en aquella llamada, en aquel viaje en tren una semana después. La ausencia me perseguía adonde fuera entre aquellas paredes. Recuerdo las lágrimas caer ya sin fuerza en cada parpadeo, con una respiración tranquila, sin poder parar, empapando la almohada.

Intento convencerme de que es mejor no haber estado allí. Así tu imagen sigue siendo otra más amable. Una caminando en el campo, sentado en el columpio, plantando fresas o cuidando de los patos. Una con un vaso de vino y las mejillas coloradas.

Recuerdo tus cartas y tus poemas. A tu nieta gallega, claro, ¿de dónde si no? Pero lo único que puedo leer de momento es el libro de cuentos de tu infancia, la carta de Carlitos a su abuelo contándole la historia de su perrito Nosé. El resto todavía duele demasiado y no sé ubicar dónde.

Todavía no me hago a la idea de que no estés allí.

No puedo.

domingo, 4 de abril de 2021

April is (still) the cruellest month

 April is the cruellest month, breeding
Lilacs out of the dead land, mixing
Memory and desire, stirring
Dull roots with spring rain.

T. S. Elliot

Hay un laberinto en mi pecho.

Sus paredes, palabras de otros.


Hay un laberinto en mi pecho.

Y duele. No hay primavera.


Hay un laberinto en mi pecho,

y en abril florecen mis grietas.

domingo, 23 de agosto de 2020

Olivo verde.

 Llueven en mi vientre y en mis manos

palabras de otros. Ciñen mis ojos

sus vendajes en este verano atemporal.

Apenas respiro.


Nacen labios que no callan,

se agrietan y sangran. Llega

el sabor metálico a mi boca.

Sus mentiras me ahogan.


No hay olivo verde ni escondite

donde guarecer esta incertidumbre

de días soleados y agua

que roza tus mejillas.


La herida es

demasiado profunda.


Nacen palabras púrpura

en tus labios. Susurros de sombras

que no se atreven a romper

esta incesante caída en vertical.


Llueven tus palabras y germinan

en mi vientre y en mis manos.

Florecen verdes ramas en mis ojos.

Y respiro.

sábado, 27 de junio de 2020

No me acostumbro.

Deseé alguna vez que un poeta me amase

Ahora duelen sus poemas en mi cuerpo,
algo de mí que en él se reconoce hasta quebrar la imagen
de todo lo que fui.
Ahora deseo que me amase tanto que dejara de amarme
y sus palabras fuesen nieve
que el sol de junio fundiese entre mis pechos,
allí donde su aliento insiste en acallar
esta tristeza antigua que siempre me acompaña.

Chantal Maillard, Semillas para un cuerpo (1988).



Todavía abro tus mensajes con el corazón latiéndome en la garganta. Un corazón ardiendo. Ya no hay palabras nuevas, como si alguien las hubiera cortado de raíz. Y yo he sido la única en quedarme a repasar las faltas de ortografía.

Es cierto que no hay rencor. Solo un profundo vacío. Una nostalgia imperecedera. Miedo. Vergüenza. Un temblor incontrolable en la pierna izquierda. ¿Qué hago aquí? Tan cerca y tan lejos de tus manos. Eres inalcanzable.

Hay noches en las que no puedo soportar la oscuridad. Me hago pequeña en mi lado de la cama, aferrada a la almohada, suspirando en cada rayo que se cuela por la persiana. Hay algo roto en mí. Y no es el corazón, sino las entrañas.

¿Por qué no supimos poner nombre a todo aquello? Habría sido más fácil. ¿Quizá no quisimos? Habría perdido la magia... O no.

Quiero creer que ya no te escribo. Y cada vez que se me cuela una página en blanco no puedo más que llenarla de tus recuerdos, de mis dudas, de nosotros ti. Solo reconoceré una vez más que cada palabra es tuya. Escrita desde las entrañas, desde donde se quiere de verdad.

Porque pese a la ausencia, una suave calidez se apodera de todo mi cuerpo cuando creo cruzarme contigo, cuando imagino verte a lo lejos. Se me dibuja una sonrisa en los labios. Y solo tengo palabras de cariño que mueren en el silencio de tu mirada. Porque nunca eres tú, excepto en mis sueños.

Pero no sufras, cada año guardo un poquito más lejos tu nombre. Y aunque el vacío no disminuya, sus canciones son un bálsamo que ninguna de mis caricias podrá pagar.

No me acostumbro. No me acostumbro a que "solo" ya no lleve tilde. Joder, no me acostumbro a estar sin ti. No, mierda. Ojalá me leas. Porque este vacío está lleno de tus palabras.

sábado, 16 de noviembre de 2019

Hello, I'm still here.

Hay un recuerdo que se desliza ante mis ojos en los días de viento. En él no hay más que olor a papel y tinta. Letras que no consigo descifrar y una canción. Quizá una pincelada de nostalgia, de adolescencia. De otro cuerpo y otras manos más ágiles.

Me miro al espejo con la melodía invisible clavada en los tímpanos. Soy yo, y otra. Sigo siendo yo, en otro cuerpo. Mi cadera es más ancha, y hay curvas que antes no existían. Me dibujo con las yemas de los dedos, despacio. Mis manos ya casi nunca están frías. Mis pechos todavía son firmes. Y en mi frente solo ha nacido un nuevo surco. Pero alrededor de mis ojos hay más arrugas que nunca. Y las gafas hacen que cada vez se vean más y más pequeños.

Esta soy yo y no soy yo. Soy yo en otra yo. Qué inevitable.

Pero sigo aquí. Luchando por reconocerme en esta piel. Mis labios son cada vez más ásperos, pero todavía conservo la voz. Y los mismos sueños. Ojalá sepas reconocerme en esta nueva yo.

De pronto, el nombre de la canción. Y el ayer se me empaña en el cristal. Ya solo hay recuerdos.


miércoles, 30 de octubre de 2019

Our lives have just begun.

Cada día hago el mismo recorrido:
siempre veinticinco minutos de motor, pero
nunca es igual.
Llego con el sopor del mediodía.
A contar cuentos.
A repasar léxico, morfología.
A escuchar traviesos susurros.

Antes me iba al anochecer.
Y veía las nubes color violeta caer sobre las cinco colinas.
Ahora al llegar ya solo veo sus siluetas.
Ahora más que nunca tengo tierra, tengo ancla.

Pero todos los días vengo aquí a la orillita del mar y respiro.
Oigo risas. Los lápices caer. Las hojas -de los árboles, de los cuadernos-.
Y el mar.

No acaba mi sonrisa ante tantos "profesora",
no me cabe tanta felicidad.