sábado, 22 de octubre de 2016

viernes, 21 de octubre de 2016

XIV. 1099

¿A que no sabes dónde he vuelto hoy?
Allí donde solíamos...

Donde solíamos romper las barreras,
acariciar la libertad,
moldear las reglas a nuestro antojo.

He vuelto a tus secretos, a los susurros,
a las miradas cómplices en medio de la multitud.
Al pequeño lunar de tu cuello
que me tortura vacilante en la memoria
y amenaza con ser sólo parte de mi imaginación.

Hoy se cumplen mil noventa y nueve días de tu ausencia.
Demasiados para suspirar una sola vez más.
Suficientes para seguir escribiéndote
mientras llueve tras la ventana de mi nuevo salón.

¿A que no sabes dónde he vuelto hoy?
 Allí donde solíamos incendiarnos.
Y cómo echo de menos las llamas.



Inspirado en: Allí donde solíamos gritar, Love of Lesbian.

domingo, 16 de octubre de 2016

Tu pájaro azul

De cuando en cuando vuelven a mí tus palabras, tus cuentos de buenas noches, tus "niña". Me encuentro de forma inconsciente buscando tu rostro en la oscuridad. El corazón retumba en el pecho y para tres segundos. No recuerdo el color de tus ojos. La respiración se acelera. ¿Y tu sonrisa? Me tiembla la memoria. Cierro los ojos, húmedos de impotencia. Se agudiza el resto de sentidos. Y entonces tu aroma cruza la habitación entre el tic tac de ese reloj que tanto odio. Me parece oír tu voz en aquella noche de marzo. Y vuelven a mí tu sonrisa afilada, tus ojos de enredadera. Y por fin respiro. Y me lleno de oxígeno, y de nostalgia.

A veces paso bajo el que parece ser tu balcón y miro disimuladamente hacia la ventana. Me preparo para esos tres segundos y los devoro con inquietud. En ellos he llegado a aprender a ver una pequeña jaula en la que imagino un pajarito azul. Y sueño con convertirme en ese pájaro azul enjaulado. Acaricio la idea de cantar cada mañana poemas sin sentido para despertarte, de llorar en la jaula de tu pecho, encerrada allí sin poder ni querer salir.

¿Pero para qué rasgarme la garganta si puedo mutilar mis dedos escribiéndote todos estos recuerdos? Como decía Benedetti, "¿por qué las palmas de mis manos tienen una memoria más fiel que mi memoria?" Porque entre pájaros azules y rostros borrosos recuerdo con precisión cada roce de tu piel. E intento escribir con esas sensaciones pegadas a la huella dactilar. Y nunca consigo... Nada es tan real.

miércoles, 25 de mayo de 2016

miércoles, 18 de mayo de 2016

La ley de oro

Todavía no sé cómo empezar. Recuerdo la ley de oro, pero el principio es demasiado complicado.

Hoy quise quemar tus cartas. Leer cada una de ellas. Olerlas. Acariciarte a través de sus palabras. Romperlas después en diminutos pedazos. Quebrar tus recuerdos. Empaparlos en gasolina y verlos morir. Ese sería un final.

Estoy segura de que tú ni siquiera tomaste todo ese tiempo para destruir las mías. Un día cualquiera, un click cualquiera, y adiós. Ojalá te hubieran temblado las manos. Ojalá el temblor te hubiera perseguido durante días como me rondan tus recuerdos en los días de viento.

Leo tus cartas. Una a una. Autoapuñalándome en el corazón. Retorciéndome. No puedo seguir. Malditos tus ojos, y tus manos, y tus recuerdos. Cada uno grabado a fuego en las cicatrices de la memoria, acompañándome al infierno cada otoño. Malditas tus alas de pájaro hambriento, de pájaro azul.

Tú ya has tenido tu final. Yo sigo esperando ese día en el que poder echar todas tus cartas a las llamas con un click.

Mientras...
You'll be the poison, you'll be the cure.

domingo, 1 de mayo de 2016

Pío-pío


Sobre la poesía

"Habría un par de cosas que decir/
que nadie la lee mucho/
que esos nadie son pocos/
que todo el mundo está con el asunto de la crisis mundial/ y

con el asunto de comer cada día/ se trata
de un asunto importante/ recuerdo
cuando murió de hambre el tío juan/
decía que ni se acordaba de comer y que no había problema/

pero el problema fue después/
no había plata para el cajón/
y cuando finalmente pasó el camión municipal a llevárselo
el tío juan parecía un pajarito/

los de la municipalidad lo miraron con desprecio o desdén/ murmuraban
que siempre los están molestando/
que ellos eran hombres y enterraban hombres/ y no
pajaritos como el tío juan/ especialmente

porque el tío estuvo cantando pío-pío todo el viaje hasta el crematorio municipal/
y a ellos les pareció un irrespeto y estaban muy ofendidos/
y cuando le daban un palmetazo para que se callara la boca/
el pío-pío volaba por la cabina del camión y ellos sentían que les hacía pío-pío en la cabeza/el

tío juan era así/ le gustaba cantar/
y no veía por qué la muerte era motivo para no cantar/
entró al horno cantando pío-pío/ salieron sus cenizas y piaron un rato/
y los compañeros municipales se miraron los zapatos grises de vergüenza/ pero

volviendo a la poesía/
los poetas ahora la pasan bastante mal/
nadie los lee mucho/ esos nadie son pocos/
el oficio perdió prestigio/ para un poeta es cada día más difícil

conseguir el amor de una muchacha/
ser candidato a presidente/ que algún almacenero le fíe/
que un guerrero haga hazañas para que él las cante/
que un rey le pague cada verso con tres monedas de oro/

y nadie sabe si eso ocurre porque se terminaron las muchachas/ los almaceneros/ los guerreros/ los reyes/
o simplemente los poetas/
o pasaron las dos cosas y es inútil
romperse la cabeza pensando en la cuestión/

lo lindo es saber que uno puede cantar pío-pío
en las más raras circunstancias/
tío juan después de muerto/ yo ahora
para que me quieras".

Juan Gelmán, Sobre la poesía (Hacia el sur, 1982).

sábado, 23 de abril de 2016

jueves, 21 de abril de 2016

XIII. Re-start

Qué cansada me tienen:
el silencio, el vacío.
Lanzo cada palabra
como una flecha ardiendo,
desesperada por clavarse en tus pupilas.
Y tú das media vuelta,
cierras los ojos con fuerza,
más ágil y fuerte, más frío y ajeno.
Qué impotencia sentirte tan lejos.
Qué duro sentirme tan vacía.


Escritura creativa.

Escribir un poema se parece a un orgasmo:
mancha la tinta tanto como el semen,
empreña también más, en ocasiones.
Tardes hay, sin embargo,
en las que manoseo las palabras,
muerdo sus senos y sus piernas ágiles,
les levanto las faldas con mis dedos,
las miro desde abajo,
les hago lo de siempre
y, pese a todo, ved:
no pasa nada.
Lo expresaba muy bien César Vallejo:
«...y no me corro».
Pero él disimulaba.

A. González en Breves acotaciones para una biografía.

lunes, 29 de febrero de 2016

Viceversa

Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño placentero, se encontró sobre su nido convertido en un monstruoso humano. Estaba tumbado sobre sus músculos doloridos sostenidos por una especie de vara flexible. Al levantar un poco la cabeza, vio dos piernas cubiertas de vello que terminaban en diez pequeños bultos con costras ennegrecidas.

“¿Qué me ha ocurrido?”, pensó. No era una pesadilla. Su nido. Su nido de cucaracha había sido destrozado por esa enorme masa deforme en la que se había convertido. Se levantó con cuidado y  un ruido desagradable (croach-croach) lo atrajo a la realidad: había aplastado a su familia. Gritó con todas sus fuerzas, un ruido sobrenatural salió de su garganta. A continuación, una luz cegadora se encendió en aquel sótano oscuro e inhóspito que había sido su hogar durante tantos y tantos años. La figura de aquella asesina que los había perseguido toda su vida abrió la puerta.


En colaboración con una bella filóloga, Toñi.