viernes, 28 de enero de 2011

Genio.


Después de haberlo escuchado, vienes y me dices que ese genio no está haciéndole el amor a su violín. Sobre todo en la primera parte. Los cambios de posición arrastrando la yema de los dedos sobre la cuerda, haciendo glissando, no queriendo perder ni un segundo el contacto. El arco rozando cada cuerda con tanta delicadeza como si fuera de cristal, pero con firmeza a la vez, consiguiendo un sonido limpio en las notas más agudas. Los movimientos expertos, seguros, pero también suaves, amables. Su expresión, la forma en que mira el instrumento aunque conozca a la perfección cada curva. Los cambios de tempo, los golpes de arco, los piano aflautados y los forte espléndidos...

Puede que suene pervertido, pero a mí me ha parecido que ese genio único en el mundo le estaba haciendo el amor a su violín. Y me encanta. Me encanta, sobre todo, la forma en que lo hace gemir.

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