jueves, 7 de abril de 2011

Y después todo es locura...

¿Cuál es el punto que diferencia lo real de lo imaginario? ¿Dónde está esa línea invisible que los separa?

Me siento como en una burbuja. Tengo un mundo perfecto al alcance de la mano. Apenas a unos milímetros. Sólo necesito cerrar los ojos para alcanzarlo. Y, a veces, ni siquiera eso. Pero los realistas se empeñan en echar por tierra mi pequeña construcción. En mi diminuto mundo perfecto me siento un Dios. Y lo soy. Yo lo he creado, con cada detalle en su correcta posición. Y te he invitado. Sólo a ti.

Da igual lo que todo el mundo diga. No importa lo que pueda pasar. Hoy nos pertenece. Y mañana está demasiado lejano como para pensarlo en este preciso instante. Entra. Coge mi mano y camina junto a mí. Voy a enseñarte cada rincón de ese mundo perfecto. Luego, no querrás irte. Si quieres, pasa la noche conmigo. No sé, podríamos jugar con el tiempo. ¿Quieres que no acabe nunca? Eso está hecho.

Quizás ahora mismo, imaginándote a mi lado en ese mundo perfecto, puede que me tiemble un poco el pulso. Me pongo nerviosa sólo de pensarlo. No sabría qué decir. Y por eso diría las cosas más absurdas, simplemente por hablar, para que no haya silencios incómodos que hagan a mis mejillas colorearse. Pero comprendería al poco tiempo que el silencio entre nosotros no es silencio. No hay silencio en nuestros gestos. No hay silencio en nuestras miradas. No hay silencio en nuestras sonrisas. Todo lo contrario, hay gritos de alegría, hay susurros de secretos, hay... un tú y un yo. Separados y juntos a la vez. A la vez juntos y separados.

Y entre esas sonrisas, ya no sé si sentirme como Mona Lisa. Porque a veces sonrío sin sonreír. Y otras veces no sonrío, sonriendo. Dejémoslo en esa media sonrisa de lado, un poco pilla, un poco inocente. No digo nada y lo digo todo, sólo con la mirada. Enarco las cejas en pregunta, o en exclamación. Ya no lo sé. Porque a veces sólo sé que no sé nada, y en eso mismo me contradigo, pues ya sé algo, por poco que pueda parecer.

Me consumo gustosamente en las llamas de la locura. Aunque no me queman. Funden el hielo de la razón y me conducen a la demencia en una limusina sin frenos. No hay nada que pueda hacer. Tampoco querría hacerlo. Me gusta este estado de la conciencia que confunde los sentidos y mezcla realidad y ficción. Me gustan nuestros silencios, y se lo grito al mundo entero, en silencio. Nadie me oye. Nadie me ve. Y a ti tampoco, si estás conmigo. Somos invisibles. Y en esta maravillosa condición, deja que te revele algo muy importante: puedes hacer lo que quieras.

¿Quieres quedarte conmigo aunque no sepamos en qué punto se diferencia lo real de lo imaginario? ¿Aunque no sepamos dónde está la línea que los separa? Mientras nada nos separe a nosotros, me parece bien.

Entonces, que dure mucho tiempo nuestro particular silencio. Y nuestras sonrisas. Más bonitas que nunca.


¿Y qué pasa después? Ahora todo es silencio y sonrisas, y después todo es locura... la locura de un recuerdo que se ocupa de cosas prohibidas.

4 comentarios:

  1. las cosas prohibidas son condiciones que nos ponen o ponemos para limitar la libertad

    la mayoría de las veces, de manera razonable.

    bonita torre

    ResponderEliminar
  2. no importa lo que diga el resto del mundo... =) solo esa locura hará conservar las sonrisas más bonitas del mundo durante toda la película

    ResponderEliminar