domingo, 23 de enero de 2011

(Sin) Pijamas.

Estamos acurrucados en el sofá, en pijama, mirando la caja tonta e iluminados por la anaranjada luz de la lámpara. Fuera, una tarde lluviosa se deshace lentamente en minutos y horas. Me gustan tus pantalones de cuadros, me gusta pasar mis dedos por las líneas que dibujan y hacerte cosquillas. Me gusta ver esa sonrisilla que pones, aunque no te quejes ni te apartes. Y, aunque este momento sea perfecto, estás demasiado distraído con la televisión, y eso no puede ser. Sabes lo mala que soy.

Me levanto, cojo el mando y cambio rápidamente de canal. Me miras sin entender:

-¿Qué haces? -me preguntas.
-Ven a por él -te respondo. Y, aunque no quiera, se me dibuja una sonrisa traviesa en la cara.

Te pones a duras penas las zapatillas y te levantas. Y yo echo a correr, riendo. Llego a la puerta de la calle, la abro y salgo a la escaleras. Bajo saltando de dos en dos. Me siento como una cría pequeña, jugando, tan feliz... Bajas corriendo, dejando la puerta de casa abierta. ¡¡Qué locura!!

Salgo a la calle. Las gotas de lluvia comienzan a mojar mi pelo. Desde el portal, me miras entrecerrando los ojos.

-No pienso salir ahí afuera. Y ven dentro, anda, que te vas a resfriar.
-Mimimimimi... ¿Tienes miedo del agua, gatito? Vamos, ven a por el mando.
-Como salga, te vas a arrepentir...
-Sabes que yo no me arrepiento de estas cosas. Lo del mea culpa no es lo mío.
-Malvada.
-Quejica.
-Perversa.
-Miaaaaaaaaaaaaau, miaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaau -la verdad es que la imitación de los maullidos me sale muy bien, desde pequeñita.

Sales corriendo hacia mí. Imagínate la escena: una pareja en pijama forcejeando por un mando de televisión en plena calle un día de lluvia. Los que nos estén viendo se los tienen que estar pasando bomba. Envidiosos, lo que darían por ser nosotros.

Finalmente consigues hacerte con el mando. Nuestras risas deben de oírse en toda la ciudad. Una carcajada tras otra, en un no parar. Subimos a casa casi sin aliento. Te observo mientras cierras la puerta. ¿Y si me preguntas por qué he hecho eso? No sé, me apetecía. Camino por el pasillo, de vuelta a la sala. Entonces, me agarras de los brazos y me acorralas de espaldas, contra la pared.

-Señorita, queda usted detenida por el secuestro de un mando de televisión -dices, intentando ponerte serio sin conseguirlo. Me río, ¡qué ocurrencias tienes a veces! Aunque no sé si soy la más indicada para hablar...
-Pero, señor policía, yo no quería -digo, poniendo voz de niña buena -, me obligó la pasividad que estaba demostrando mi chico hacia mí...
-Señorita, debería haber dejado que su chico viera la tele en paz. Ahora tendré que llevarla a comisaría...
-¿A comisaría? Pero, ¿podría usted, agente, dejar que antes me quitara las ropas mojadas? Usted también debería hacerlo, se va a constipar.
-La ayudaré a usted primero...

Me das la vuelta con cierta brusquedad. En tus ojos se lee el erotismo a kilómetros. Me río, yo debo de tener la misma expresión. Me besas despacio mientras tus manos suben mi camiseta lentamente. Levanto los brazos y terminas de quitármela. Agarras mis muñecas, en alto, y me vuelves a besar. Acaricias lentamente mis brazos mientras tus labios se deslizan por mi cuello. Sigues bajando por mis pechos, por mi vientre. Me haces cosquillas, pero no me muevo.

-La ayudaré también con los pantalones -susurras.

Asiento, incapaz de hablar. Deshaces el nudo de mi pantalón de pijama e introduces tus manos dentro para bajarlo mejor. Tus manos se pasean por mis piernas. Subes besando cada centímetro de mi piel, hasta mis labios. Me agarro a tu cuello y levanto los pies, echando el pantalón a un lado.

-Creo que ya podemos ir a comisaría -digo.

Entonces me agarras por las caderas y me subes en peso. Te rodeo con las piernas para no caer. Te sigo besando mientras me llevas a la habitación. Me echas sobre la cama.

-Quizá debería quitarse la ropa, señor agente, va a coger frío.

Te ayudo a deshacerte de ese pijama de cuadros que tanto me gusta, pero que ahora mismo no quiero verte puesto. Entre el frenesí de besos y caricias, se me ocurre una de mis geniales frases cortarrollos:

-Y ahora, ¿qué ropa nos ponemos?

Como siempre, tú consigues pensar una frase aún mejor para contrarrestar el efecto.

-Voy a hacerte ropa nueva con mis besos.

Y lo cumples. Descubres lugares de mi cuerpo de lo cuales ignoraba su existencia para cubrirlos con tus labios. Y yo hago lo mismo contigo. Me gustan estas tardes de lluvia, sin pijamas, con el sonido de la tele de fondo, tú y yo sobre la cama, experimentando nuevas sensaciones...


Dibújale un tatuaje a ese pie...

4 comentarios:

  1. muy bien desarrollado...aunque veo que te encanta la lluvia en la calle.


    por cierto, yo acabo de ponerme el pijama

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  2. puf.
    no me extraña que ganases ese premio de cartagena ;)

    los días de lluvia sin pijama son los mejores, sin duda.

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  3. Me he enamorado de esta historia. Es increible.

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  4. ...Dios...Recuerdos...Recuerdo a aquella niña pequeña con cuerpo de chica adulta ya, susurrándome al oído que jamás abandonara esa posición. Ya que ella estaba acurrucada entre mis brazos y yo le decía que jamás habría otra mujer ocupando mi corazón.

    Recuerdos.:)

    Navideathh

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