martes, 25 de enero de 2011

Green.

Ya no queda nada. Perdí aquellos ojos color caramelo como se pierde el sol en el horizonte, escondiéndose lentamente hasta desaparecer por completo. Me ha pillado desprevenido. Como si se hubiera escondido en un día nublado y no hubiera notado su ausencia hasta la noche. ¿Dónde está la luz y el calor? Se han ido con ella. Y ahora, ¿qué hago yo? Podría levantarme de este taburete e ir a buscarla. Quizás hablando, haciéndole entender que la quiero de verdad, demostrándoselo... consiga recuperarla. Qué bobadas. Ella ya tendrá a miles de hombres mejores que yo a sus pies. Sería una pérdida de tiempo.

Quizás haya cogido el primer vuelo a Berlín, siempre quiso viajar allí, y siempre le gustaron los aviones. O quizás haya vuelto a aquella casa alquilada de Madrid. No, ella no puede vivir sin mar. No sé, ¿Finisterre quizás? Siempre le habían fascinado las historias que se cuentan sobre el fin del mundo...

Da igual dónde esté, nunca la encontraré. Me quedo aquí sentado, en la barra de este puto bar donde cuatro gatos sin dueño nos apostamos dinero y alcohol sin saber por qué.

Es extraño, escogí esta cerveza por el color, verde esperanza, y cuanto más bebo, menos esperanza de encontrarla me queda...

...y más me hundo en el culo de la botella. ¡Ponme otra ronda, guapa!

2 comentarios:

  1. Fantástico :)

    Me encanta el mar, por suerte lo tengo cerca, por desgracia no tan cerca como quisiera...

    (Verde primavera, como la que viene y ya se acerca)

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  2. que gran giro... y reciclable..siempre reciclable

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