lunes, 29 de febrero de 2016

Viceversa

Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño placentero, se encontró sobre su nido convertido en un monstruoso humano. Estaba tumbado sobre sus músculos doloridos sostenidos por una especie de vara flexible. Al levantar un poco la cabeza, vio dos piernas cubiertas de vello que terminaban en diez pequeños bultos con costras ennegrecidas.

“¿Qué me ha ocurrido?”, pensó. No era una pesadilla. Su nido. Su nido de cucaracha había sido destrozado por esa enorme masa deforme en la que se había convertido. Se levantó con cuidado y  un ruido desagradable (croach-croach) lo atrajo a la realidad: había aplastado a su familia. Gritó con todas sus fuerzas, un ruido sobrenatural salió de su garganta. A continuación, una luz cegadora se encendió en aquel sótano oscuro e inhóspito que había sido su hogar durante tantos y tantos años. La figura de aquella asesina que los había perseguido toda su vida abrió la puerta.


En colaboración con una bella filóloga, Toñi.

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