jueves, 3 de abril de 2014

Correlación antitética.

Tú tan como siempre, y yo...
yo tan como nunca.

Ojalá pudiera seguir escribiéndote versos tristes. Pero hay un dolor tan profundo, tan infinito, tan acantilado... que las palabras se ahogan en lágrimas antes de nacer. Sigo esperando tus manos. Maldita obsesión incierta. Me doblega. Y tus ojos. Malditos tus ojos, y tus manos, y tu sonrisa afilada, lista para morder. Maldito aquel día, aquella hora, aquella habitación perdida. Maldita realidad que me consume. Maldito tiempo.

Ojalá pudiera volver atrás y dejar de mirar aquellos calcetines a rayas mientras tu voz inquiría ansiosa, sutil. Imaginarte como un león enjaulado. Matarte con la ausencia, con la incertidumbre, con un NO. Romper aquella nota, tirarla por el desagüe, tragármela si hubiera hecho falta. Y haberla olvidado al instante, como si no hubiera existido jamás aquel roce de tus manos. Tus manos en mis manos.

Ojalá pudiera volver a mirarte a la cara sin sentir todo este peso. Sin ir dejando pedacitos de mí en tu espalda mientras te alejas. Y yo te miro. Y nada ocurre. Sin pensar en el maldito instante en que te escribí la primera palabra. Maldito y mil veces bendito. Estoy aquí, joder, ¡mírame! Sálvame del silencio. El silencio de mis noches. De esas noches en las que te pienso y me digo: "Cómo hemos cambiado". Y en cambio, la realidad es que estamos...

Tú tan como siempre, y yo...
yo tan como nunca.

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