viernes, 6 de septiembre de 2013

¿Me buscarás en el infierno?

Podría escribirte versos más tristes que los de Neruda, amor. O podría quedarme callada, con tus interrogantes clavados en las entrañas y un hálito de misterio. Pero no se me ocurre nada mejor que recitarte versos de Benedetti para calmar este demencial silencio a tu retorno, o este retorno a tu demencial silencio, o este demencial retorno a tu silencio.

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
                      no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
                        pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te quedas sin lbios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
                         entonces
no te quedes conmigo.


La noche no está estrellada, ni hay astros azules que tiriten a lo lejos. Cómo decirte, amor, cómo decirte que hasta el viento me trae recuerdos en blanco. Si te salvas, amor, si te salvas... ¿cómo vas a buscarme en el infierno? Quizás el silencio sea mío.

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