domingo, 3 de junio de 2012

IV. Salix babylonica.


Un brillo extraño se esconde en la noche de sus ojos
mientras acaricio sus pómulos rosados
y beso las lagunas de su memoria.
Estoy convencido de que fue Adán
quien, presa de un deseo incontrolable,
mordisqueó los labios de Eva
y nos condenó al eterno suspirar de los amores prohibidos.

Me deslizo entre las constelaciones de su cuerpo
mientras se hace la luz en nuestras almas
y pasa desapercibida una estrella fugaz.
Seco la desesperación de su rostro
que, una vez limpio de rabia inútil,
se llena de nuevo de sueños por cumplir
y me atrapa en su red de secretos a medias.

Las cortezas de nuestros corazones se fisuran
mientras nos enlazamos con hilos invisibles
aún nos quedan por compartir muchas últimas canciones.
El péndulo se detiene un segundo en la brisa,
los sauces siguen llorando por mí,
y derraman sus lágrimas color esperanza
sobre el lago cristalino de mis entrañas.

2 comentarios:

  1. Wow, qué poético. Me gustó, por sobre todo, la puntuación que le has dado. Le confiere un ritmo especial muy bonito.

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  2. Todo parece muy íntimo.

    He encontrado una curiosa coincidencia.
    En Grecia, el sauce está relacionado con las Nueve Musas, ya que su nombre, helice (en griego), dio nombre al Helicón, la morada de las musas.

    Un dato más para vuestro maravilloso Rincón.

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