domingo, 11 de marzo de 2012

Siglos.

En realidad, nuestra joven hubiera admitido que la relación no tenía mayor fundamento que el hecho de que las ausencias del capitán, por frecuentes y por largas que fueran, terminaban siempre con su reaparición. No era asunto de nadie, sino de ella, que este hecho siguiera bastándole. Naturalmente no bastaba por sí solo; lo que le había hecho adquirir esa cualidad era la extraordinaria posesión de los elementos de la vida del capitán que la memoria y la curiosidad le habían dado por fin. Llegó el día en que esta posesión, por parte de la joven, pareció constituir un mutuo reconocimiento tácito, que era mitad burla, pero también profunda solemnidad, cuando sus miradas se encontraban. Ahora el capitán le daba siempre los buenos días; a menudo la saludaba alzando el sombrero. Le dedicaba algún comentario cuando había tiempo o espacio, y en una ocasión ella llegó incluso a decirle que hacía <<siglos>> que no le veía. <<Siglos>> fue la palabra que utilizó con todo cuidado e intención, aunque le temblara un poco la voz; <<siglos>> era exactamente lo que quería decir. A esto él replicó en términos elegidos con una menor ansia, sin duda, pero quizá por ese motivo no menos singulares: <<Oh, sí, ¿verdad que el tiempo ha sido terriblemente húmedo?>>. Éste era un ejemplo de sus intercambios, que alimentaban en ella la idea de que jamás se había establecido en la tierra una relación más trascendente y exquisita. En la medida en que ellos quisieran considerarlo así, todo podía significar casi cualquier cosa. La falta de espacio en la jaula, cuando él se asomaba por entre los barrotes, dejaba de ser apreciable por completo.

En la jaula, Henry James.

1 comentario:

  1. Me encanta encontrar un libro redactado de esta manera.
    En las relaciones de antes, con poco, a ojos de la gente, era mucho. Todo debía ser decoroso y cuidadosamente medido.

    Ahora esto no pasa, somos todos mucho más descarados.

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