sábado, 3 de marzo de 2012

El Coronel Chabert.

-¡Señor! -dijo la Condesa al Coronel con un sonido de voz que revelaba una de esas emociones excepcionales en la vida y durante las cuales todo en nosotros se agita.


En estos momentos, corazón, fibras, nervios, fisonomía, alma y cuerpo, todo, hasta los poros, se estremecen. La vida parece no ser ya nuestra; se sale de nuestro ser, se comunica como un contagio y se transmite con la mirada, con el acento de la voz, con el gesto, imponiendo nuestra voluntad a los demás. El veterano se estremeció al oír aquella primera palabra, aquel primer, aquel terrible <<¡Señor!>>. Pero es que también dicha palabra encerraba un reproche, un ruego, un perdón, una esperanza, una desesperación, una interrogación, una respuesta. Aquella palabra lo incluía todo. Era preciso ser muy buena actriz para comunicar tanta elocuencia y tanto sentimiento a un solo vocablo. Lo verdadero no es tan completo ni tan perfecto en expresión, porque no lo pone todo fuera y permite ver todo lo que existe dentro. El Coronel sintió mil remordimientos por sus sospechas, por sus exigencias y por su cólera, y bajó los ojos para no dejar adivinar su turbación.


-Señor -retomó la Condesa después de una pausa imperceptible-, le he reconocido a usted perfectamente.
-¡Rosine! -dijo el veterano-, esas palabras contienen el único bálsamo que puede hacerme olvidar todas mis desagracias.


El Coronel Chabert, Honoré de Balzac.

2 comentarios:

  1. Ay, me resultó divertido ese fragmento. Pero mucho. Es imaginar el interior y exterior del personaje en simultáneo y una sonrisa aflora a mi rostro.

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  2. La palabra "bálsamo" ha sido una de las que más me han gustado de siempre.
    ¡Parece mentira el poder que pueden tener las letras!

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