viernes, 2 de septiembre de 2011

Hacia delante.

Hay voces en su cabeza. No paran de gritar. Se tapa los oídos, pero no consigue acallarlas. Las siente caer sobre ella, como agujas, como estacas, como balas. Se tira del pelo. Ni siquiera el daño las hace desaparecer unos segundos. En un arrebato, coge las llaves y sale de casa. Da un portazo. Baja las escaleras, se tropieza y está a punto de caer, pero se agarra al pasamanos y continúa. Sale a la calle. Camina cabizbaja, la gente no se fija en ella. Es una sombra.

Las voces aumentan su volumen. Echa a correr. Rápido. Rápido. Mucho más rápido. Da igual el rumbo, sólo corre, escapa, huye. De repente, ya no sabe ni dónde está. Hay un pequeño parque solitario. La hierba crece alta a su alrededor. Salta la valla que lo rodea y se dirige hacia los desvencijados columpios. Se sienta en uno y comienza a balancearse.

Las voces siguen resonando en su cabeza.

Los vas a perder. Los vas a perder. Y con ellos, te perderás tú misma.

Se echa hacia atrás todo lo que puede y se deja caer.

Lo mejor de todo es que no puedes hacer nada para remediarlo. Nada.

Da una fuerte patada al suelo y se eleva de nuevo. Hacia atrás. Hacia delante.

De todas formas, tampoco son tan buenos.

Esos columpios son los que más le han gustado desde que era pequeña. Y, aunque el sonido de la madera al crujir en cada sacudida no le da confianza, continúa balanceándose. Hacia delante. Hacia atrás.

Admítelo. Te vas a quedar sola. Algún día, ni siquiera te tendrás a ti misma.

Llega hasta ese punto mágico en el que te elevas por encima del palo superior y el estómago se te encoge un segundo. La adrenalina se desata en sus venas. Y sonríe. Una sonrisa débil, cansada. El viento se lleva las voces. Ríe, grita, llora. Se columpia. Hacia atrás. Hacia delante. Recuerda poco a poco cada momento grabado a fuego en su memoria. Los aviva. Y ellos la secuestran.

Encoge las piernas y deja que el columpio la balancee sin hacer fuerza. Por un momento, cree estar volando. Estira los brazos y cierra los ojos. El viento contra su cuerpo. Los rayos acariciando su piel. Nada más. Vuela sobre la ciudad hasta que el sol se esconde y ésta enciende su luz artificial. No importa que cada recuerdo se borre, si tiene a alguien que pueda recordárselo. No importa que no se tenga a sí misma, si sabe encontrar el camino de vuelta. Lo único que debe procurar es no perder el hilo de Ariadna, y tener a alguien al otro lado del laberinto.

Hacia atrás. Hacia delante.

4 comentarios:

  1. cuando superé el vértigo, observé que desde arriba el suelo no estaba tan duro. Fue un sueño, pero lo bello que en esos momentos pareció

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  2. Increible. Tu blog es uno de los mejores que he leido sin duda :) escribes genial! tienes mucho talento! te sigo sin duda :D

    te espero por mi blog:

    http://somethingstriggeredmma.blogspot.com/ besos ♥

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  3. Uno debe saber disfrutar de la soledad en determinados momentos, tal y como dice mi "Constitución Personal".

    Si de verdad fueron algo nunca se perderán.

    Jum :)

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  4. Siempre hay que tirar en momentos difíciles.
    Muy fácil es decirlo, como todo en esta vida...

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