domingo, 24 de febrero de 2013

La tormenta.

Entró dando un portazo y comenzó a desnudarse. Alcancé a ver la tormenta en sus ojos antes de que cayera sobre mí. Me empapó el alma con su aroma y se apoderó de mi piel. Noté su aliento en cada poro cuando me dijo:

"Vamos a respirarnos mutuamente, mi amor, como si fuéramos ráfagas.
Revolvámonos el cabello y las entrañas. Entrelacémonos en un huracán."


¿Cómo negarme?

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