jueves, 8 de noviembre de 2012

Ojos de océano.

El miedo a la página en blanco. Me quito el reloj. Cómo me invade. Me separo el pelo de la cara. Me hace diminuta, invisible. Suspiro. Me quema las manos heladas. Me da vueltas en las noches de insomnio. Me corrige la postura al andar. Sé que en algún momento desaparecerá. Mientras, debo empezar la historia así.

El otro día hablaron de las experiencias místicas en clase. Marta, desde la última fila, estaba embobada. Sólo podía pensar en la noche anterior. Recordó la búsqueda, el deseo. Las cervezas de más y aquellas sustancias tan peligrosas. Sus ojos de océano. Ella no fue consciente de su sonrisa, ni de sus manos en la cintura, hasta mucho después. Estaba clavada en su mirada. Antes de darse cuenta, el bar cerraba y la puerta de un piso se abría. Que si "qué bonito", que si "ojalá pudiera yo vivir en un sitio así". Que si me desabrocho la camisa, que si me quito los zapatos. Marta no sabía ni cómo se llamaba el chico que la recorría con manos impacientes. ¿Qué más daba? Se dejó llevar y desnudó aquella tormenta insaciable. El compás alterado, a contratiempo. La habitación desapareció a su alrededor. Todo eran piel y labios. Piel y labios, y su calor. El vaho le hizo cerrar los ojos durante unos segundos. Y, de repente, sintió cómo se fundían sus cuerpos, cómo tocaba el cielo con la punta de los dedos, cómo todo, piel y labios y calor, se convertían en electricidad.

Y el vacío.

Aquellos ojos de océano la miraban desde el más profundo éxtasis. Y ella se sintió morir. Se cubrió de vergüenza y de miedo. Esperó a que se durmiera, se levantó descalza y corrió hacia cualquier otra parte. Tembló bajo la lluvia hasta su solitaria habitación y se echó sobre la cama. Tembló toda la noche, sin saber explicar porqué.

Desde su oído izquierdo le llegó el comentario de su compañera:
-¡Qué místicos ni qué hostias! Esos lo que tenían eran orgasmos mal curados.

Y a Marta se le heló la sangre, se mordió el labio y estalló en una sonora carcajada. Habría que llamar a los ojos de océano e invitarlos a otra cerveza para poder curar aquella enfermedad tan misteriosa.

1 comentario:

  1. lo que tienen las historias que se reflexionan en alto...

    No te digo si es en una clase. Así salen los apuntes y exámenes

    Muy buena esa receta

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