martes, 11 de octubre de 2011

Esa indiferencia propia de dos extraños.

Me gustan los antes, los casi, los a medias. Los sentimientos de amor y odio que se mezclan en tu presencia. El miedo, incluso. Tus ojos. La vida que en el segundo justo antes del choque pasa por tu mente a toda velocidad. La explosión. Nada de mariposas. No. Una bomba atómica en el estómago. Las ganas de saltarme las reglas. La culpa. El puto orgullo. Sobre todo el puto orgullo. Que no me deja respirar. Me ahoga y ahí es donde te pierdo. Te pierdo y me muero. Bueno, no, en realidad no. La verdad es que me quedo callada, como si no decir nada fuera suficiente para sostener los temblorosos escombros de mi corazón que amenazan con venirse abajo.

Como si pudiera mentirme a mí misma.
Como si no hablar de ti me ayudara a olvidarte, a borrarte de mi mente.
Como si cada día no pensara en aquella utopía que inventamos con frases inconexas, carentes de sentido.

Todavía tengo esta sensación de angustia y opresión. Esta aguja de problemas atravesándome la sien. Este balazo en el alma. Y no me queda más remedio que sonreírte y mirar hacia otro lado, mientras tú pones cara de que no me conoces.

2 comentarios:

  1. no debes preocuparte...con poco tiempo más verás q hasta te brota una sonrisa, pues ya pasó

    y eso nunca lesiona

    ResponderEliminar
  2. Es siempre cuando mal lo pasamos, cuanto más negras vemos las cosas.

    Verás como con el tiempo, olvidas las penas y te quedas con la gloria.

    ResponderEliminar