miércoles, 10 de agosto de 2011

She isn't real.

Antes de que pudiera alcanzar la puerta y alejarse para siempre, él se interpuso en su camino.

-Dame un minuto más.

-¿Un minuto? No me harás cambiar de opinión en ese tiempo.

-Pero, ¿tú sabes todo lo que puedo hacer yo en un minuto?

Se apiadó de sus ojos suplicantes, de su pelo castaño revuelto, de sus labios temblorosos. Alzó la muñeca izquierda y miró el reloj.

-No sé qué pretendes, pero tienes un minuto a partir de... ya.

Él le cogió las manos. Estaban heladas. Casi pudo notar el escalofrío que había recorrido su espina dorsal. Se perdió durante dos segundos en sus ojos color canela. Cogió todo el aire que pudo.

-En un minuto puedo hacer que tu día cambie radicalmente. En un minuto puedo hacer que te sonrojes, que sonrías, que tiembles. En un minuto puedo memorizar tu imagen para mis sueños. En un minuto puedo curar mi corazón destrozado si te veo. En un minuto puedo dedicarte el estribillo de tu canción favorita. En un minuto puedo recitarte aquel poema de Neruda entero, cosa que nunca hice en persona. En un minuto puedo llevarte a un mundo paralelo, hacerte volar, invitarte a soñar. Durante un minuto puedo apresarte entre mis brazos para que tu aroma se adhiera a mi ropa. En un minuto puedo inventar el cuento con el que te quedarás dormida esta noche. Cada minuto puedo amarte un poco más que el anterior, pero menos que el siguiente. En un minuto puedo besarte millones de veces, o una sola...

Se acercó a su boca y la besó. Cerraron los ojos. Ella dejó que sus labios se abrieran y que su sabor los impregnara.

-Eres todo para mí. El sueño no correspondido, quizás. La canción que nadie canta, tan única y hermosa. Eres como un mito en el que tengo que creer, y lo único que me hace falta para hacerlo real es una razón más, en este minuto. Eres inalcanzable, y ahora que te tengo aquí, ahora que estamos juntos... quédate conmigo. Haría cualquier cosa por tenerte sólo para mí... Quédate conmigo, por favor, quédate conmigo.

Después de la erupción del volcán, el silencio enfrió la lava que envolvía sus corazones hasta convertirla en una consistente capa de hielo. Ella dejó que la rodeara con sus brazos una vez más, apoyó la cabeza contra su pecho y suspiró. Antes de darse cuenta, sus labios ya se fundían con los de él. Atrapó su cara entre las manos y lo miró a los ojos.

-Lo siento -susurró.

Él se apartó de la puerta y la dejó marchar. Mientras se alejaba pudo oír cómo el corazón de él estallaba en seiscientos ochenta y tres diminutos pedazos. Un ruido parecido al de la demolición de un edificio. Su propio corazón tembló hasta que estuvo dentro del coche; entonces, sintió cómo algo atravesaba su pecho, y segundos después explotó. Retuvo las lágrimas en los ojos, evitó que rodaran por sus mejillas, mantuvo su orgullo intacto. Arrancó el coche y se alejó de allí. Él podría reconstruir su corazón a partir de los escombros, pero del suyo no había quedado más que una desierta zona cero. Apoyado contra la pared, a punto de caer, él la vio alejarse.

-Tu reloj no tiene segundero -fue lo único que alcanzó a decir-. Tu maldito reloj no tiene segundero...

Ésta es una gran canción...

3 comentarios:

  1. en 60 segundos mac guiver podía salvar el mundo....

    siempre no me han gustado esas tentativas aun sabiendo el resultado...pero, quien se resiste a luchar contra el destino ???

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  2. Me ha encantado el detalle final.
    Al final ella guardaba algo, y lo seguirá haciendo.

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