lunes, 8 de agosto de 2011

Dejarse llevar suena demasiado bien.



Las piedras de la calzada se le clavan en los pies, a través de la suela de los tacones. Se agarra a la pared intentando no caer. Llega al portal. Busca en el bolso, revuelve todos los objetos inútiles que lo ocupan. No encuentra las llaves. La lluvia ha mojado su pelo y se ha confundido con las lágrimas, ocultándolas. Toma un segundo para respirar. Todo le da vueltas. Da con las llaves. Tres llaves. Las acerca a los ojos y elige una. La mete en la cerradura. No es esa. Elige otra y repite la operación. El pestillo cede. Entra y se tropieza. Se agarra al pasamanos y sube despacio las diecisiete escaleras hasta su piso. En la puerta de casa se repite la escena del portal, pero esta vez da con la llave correcta al primer intento. Entra y cierra. Se apoya contra la puerta y se quita los zapatos. Deja que los pies le resbalen hasta quedar sentada. Y entonces, las lágrimas vuelven en tropel, no la dejan respirar.

Se arrastra hacia el dormitorio. Las llaves y el bolso han quedado olvidados en el suelo. Se deja caer en el colchón y permite que las lágrimas bañen la almohada. Debería salir de allí, huir de aquella ciudad. Pero aunque reuniera el valor suficiente para marcharse, no soportaría el miedo a llegar. Se quedaría en el viaje, atrapada para siempre en el asiento mullido del avión, mirando por la ventanilla ovalada hacia el infinito de las nubes. ¿Cómo saber dónde vas a acabar si ni siquiera sabes por dónde empezar?

Los ojos se le empequeñecen en las lagunas de sus ojos. Sí, quizás debería irse, dejar atrás el aburrido trabajo mal pagado y las noches en bares de mala muerte. Quizás debería cambiar de cerveza, a la negra, para no acordarse más de su pelo. Pero igual cambia de guatemala a guatepeor, y no es plan. Mejor dejarlo estar, seguir con la rutina. Quizás tampoco vive tan mal. Quizás todo mejore poco a poco. Quizás...

Se le cierran los párpados entre el sí y el no. Positivo es su grupo sanguíneo. Algo irónico dada su negativa forma de pensar. No se ha quitado la ropa, pero, ¿qué más da?, nadie la va a acompañar esta noche. Y sueña con despertar en otro tiempo, en otra ciudad, en otra vida. ¿Dónde está la frontera entre ficción y realidad? ¿Quién dijo que soñar era gratis? Porque a ella le cobran en especias cada sueño, con dolor de corazón.

Dejarse llevar suena demasiado bien. Echar a suertes el siguiente paso. No se puede jugar al azar con la vida, es muy sabia, y demasiado puta. Así que ella seguirá recordando al amor que nunca existió, incapaz de moverse por si aparece en su busca. Y se consumirá como el cigarrillo en sus labios aquel amanecer en el que, después de hacerle mil promesas seguidas de mil amores, se marchó.

1 comentario:

  1. ¡Emociones fuertes!
    Yo no podría dejar muchas cosas a decisión del azar. Demasiada inestabilidad.

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