viernes, 4 de marzo de 2011

Marcha Fúnebre.

Suena la Sonata número 2 en Si menor de Chopin, el tercer movimiento, aquella marcha fúnebre que tanto te gustaba.

La brisa me revuelve el cabello. Intento colocarlo en su sitio mientras camino entre las estrechas calles de este recinto de sombras y silencio. De repente, replican las campanas de la iglesia. Doy un brinco y miro hacia allí. Las puertas se han abierto y salen un par de personas vestidas de negro. Les sigue el escueto cortejo fúnebre y los portadores del ataúd. Casi como en un desfile, marcan un paso lento, acompasado. Me hago a un lado para dejarlos pasar. Nadie me mira. No existo.

Retomo mi camino. Puede que suene macabro, pero me gusta venir aquí. Traigo un ramo de violetas. No sé si eran tus flores preferidas, pero sé que de alguna forma te estoy entregando algo de mí con ese color. Las paredes están repletas de pequeños cuadrados con placas e inscripciones. Cada vez que vengo, encuentro una más antigua. O alguna muerte temprana. O una tumba reciente, llena de coronas y lazos. O incluso un entierro, como hoy.

Las campanas dejan de sonar. He llegado al pequeño espacio donde las tumbas han sido cavadas en el suelo. Hay crucecitas de metal oxidado, con placas tan ennegrecidas que es imposible leerlas. Hay algunas que poseen rejas. Nada en el cementerio me inquieta, ni la soledad, ni el silencio, ni las miles de almas que pudieron habitar esos cuerpos que ahora se pudren en cajas. Pero esas pequeñas tumbas con barrotes se asemejan demasiado a cunas, y no puedo evitar que un par de escalofríos me recorran la espina dorsal.

Sigo caminando por el pequeño sendero hasta llegar a ti. Me siento en el suelo a tu lado y evito mirarte. Te hablo. Te cuento que me siento muy sola últimamente, que nada me motiva. Los niños se hacen mayores, deberías verlos. Lasy está cada vez más viejita y ya casi no puede mover el rabo, pero sigue sentándose en tu sofá y dejándolo lleno de pelos. Me han puesto gafas, creo que me quedan bien, pero no me acostumbro a ellas y me duele la nariz al rato de llevarlas. El trabajo es aburrido y ya no tengo quien me eche una sonrisa al despertar cada mañana. No te voy a mentir, he pasado alguna noche con otra persona entre las sábanas, pero han sido sujetos sin cara, sin sentimientos, sin... No se han llevado nada de mí. Ni un trocito siquiera. Y supongo que en parte es porque no hay nada que puedan llevarse, siempre quisiste quedártelo todo. No me lo quieres devolver, pero no te lo reprocho. Tampoco quiero recuperarlo. Siempre fue tuyo y siempre lo será.

Sigo hablándote, sin mucho que decir. Te cuento que hay un niño de mi tutoría que no hace más que pintar corazones. No lo digo en sentido literal. Quiero decir que me parece un niño sensible, enamoradizo y un poco debilucho. Pero tiene tanto coraje y tanta fuerza cuando dañan a su amada, que... Me recuerda lo que somos. Tú siempre decías que somos polvo y en polvo nos convertiremos. Y yo siempre te contradecía diciendo que éramos sentimientos, y que los sentimientos nunca mueren. Nunca mueren, se transforman, como la energía.

Y llegados a este punto, te miro, aunque no te veo. Seguramente estás aguardando tranquilamente dentro de esa acolchada caja, introducida bajo tierra. La hierba ha crecido sobre ti verde y limpia, hermosa. Deposito las violetas sobre el que calculo que será tu regazo. Y me echo sobre ti, abrazándote a un par de metros de distancia. Más que aire nos separa, pero no importa. Te siento aquí a mi lado. Casi puedo rozar tu tibia piel, apenas me faltan unos milímetros para sentir tu cálido aliento sobre mi cuello. Se me escapan dos lágrimas traicioneras.

No quiero reconocerlo. Pero te echo de menos.

Cuando no puedo soportar más tu silencio, me levanto y me dirijo a la entrada. Echo una mirada al nuevo miembro de esta pequeña ciudad habitada por no-habitantes. Oigo el llanto de las dos sombras que todavía se arrodillan y rezan junto a él. Me seco las lágrimas. Rehago mi camino hasta la entrada.

Sigue sonando la Sonata número 2 en Si menor de Chopin, el tercer movimiento, aquella marcha fúnebre que tanto te gustaba...

1 comentario: