A veces paso bajo el que parece ser tu balcón y miro disimuladamente hacia la ventana. Me preparo para esos tres segundos y los devoro con inquietud. En ellos he llegado a aprender a ver una pequeña jaula en la que imagino un pajarito azul. Y sueño con convertirme en ese pájaro azul enjaulado. Acaricio la idea de cantar cada mañana poemas sin sentido para despertarte, de llorar en la jaula de tu pecho, encerrada allí sin poder ni querer salir.
¿Pero para qué rasgarme la garganta si puedo mutilar mis dedos escribiéndote todos estos recuerdos? Como decía Benedetti, "¿por qué las palmas de mis manos tienen una memoria más fiel que mi memoria?" Porque entre pájaros azules y rostros borrosos recuerdo con precisión cada roce de tu piel. E intento escribir con esas sensaciones pegadas a la huella dactilar. Y nunca consigo... Nada es tan real.
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