¿Sabes? A veces pienso que Alma es un poco salvaje. Aunque me gusta verla así, con sus instintos animales y su elegancia felina. Tiene las manos más dulces que he visto en mi vida, y también las más frías. Y, sin embargo, se le derriten los labios en cada sonrisa.
Está tan llena de sentimientos que a veces da miedo hasta mirarla, por si le nace alguno más y explota. Tiene esa pureza extraña de quien no ha sido decepcionado todavía y, al mismo tiempo, un corazón lleno de heridas a medio cicatrizar. De vez en cuando se le abre alguna, con una canción o una foto. A veces, una simple palabra basta. Veo cómo intenta curarse, cómo trata de que no se desate el caos ahí dentro. Y me siento impotente, inútil, por no poder ayudarla.
Alma vive en una nube. Alto, muy alto. Y lejos, muy lejos. Cuando se aburre de la soledad, viene a por mí. Cuando subo nunca miro abajo, tengo un miedo espantoso a las alturas. Sólo la observo a ella y me pregunto si seré su único acompañante. Me sorprendo a mí mismo cubierto de celos, de rabia. Alma dirige sus grandes ojos hacia mí y me dice lo de siempre:
-Déjate de palabrerías, que eso le corresponde a la Razón, y aquí sólo estoy yo. Ella no existe.
Es entonces cuando mi mente queda en blanco. La aprisiono contra la mullida nube, su cara a unos centímetros de la mía, nuestros cuerpos tan cerca. Tengo ganas de preguntarle quiénes son, dónde viven e ir a estrangularlos con mis propias manos cuando baje. Pero todo se desvanece y sólo queda ella. No hay palabras, ni amantes, ni celos. Sólo queda Alma y su interior lleno de sentimientos.
Ella me los quita todos. Y así, vacío, sólo soy capaz de mirarla y crear uno nuevo. Uno que ella no conoce y que a mí me mata. Tengo miedo de que lo descubra en el anhelo de sus labios, de su piel. La acaricio suavemente y me alejo. Nos quedamos quietos. Yo con el único sentimiento bueno que he sido capaz de crear y Alma allí, con sus ojos de hierba, intentando robármelo.
Alma no sabe que si consigue averiguar qué sentimiento escondo, no podrá resistirse a quitármelo. Y, entonces, todo será silencio.