Busco los cascos y los enchufo en mis oídos. Echo el respaldo hacia atrás. Cierro los ojos. Respiro hondo. Y, por un segundo, se me agolpan océanos en los ojos. Los retengo. En un momento de locura, imagino qué pensaría la gente si saliera corriendo por el pasillo. Gritando como una lunática. Como lo que soy, en realidad. Es complicado.
Miro por la ventana. Dejamos atrás la ciudad, rápido. La noche se abalanza a gran velocidad sobre los árboles que adornan los laterales de la carretera. El caos inunda mi mente. No debería estar aquí. Hace frío. Tengo miles de cosas que hacer. Necesito un respiro. ¿Qué he hecho esta semana con mi vida? ¿En qué universo paralelo he estado? ¿Dónde he...? Put your hands in the air, and wave them like you give a fuck. Perdón, ¿por dónde iba? Ah, sí, no, bueno, no sé. Da igual. Bah. ¿Sabes lo que daría ahora mismo por...? Imagen. Dolor.
Ojalá pudiera guardar en una bolsita cada una de tus sonrisas. Sería de terciopelo o algún otro tipo de material suave, para que no se desgastaran con el roce. En estos momentos, cuando siento que nada puede hacer que todo vaya mejor, la abriría y sacaría una. Y me la comería. Oh, no sé si eso suena un poco raro. Me río. Qué absurdo.
Cierro los ojos. Hace frío. Caigo dormida. Quizás sólo ha sido el delirio anterior al sueño. La música sigue sonando, aunque no le presto atención. Es la banda sonora de la locura. Siempre me acompaña. Despierto. Abro los ojos. ¿Dónde estoy? Me asomo al cristal. Cientos de puntitos naranjas irrumpen en la oscuridad a lo lejos. No sé durante cuanto tiempo los observo. Parpadeo. Me escuecen los ojos. Y mientras nos acercamos al destino, comienza la canción perfecta. La canto interiormente, pues no creo que ahora me saliera la voz.
So, so you think you can tell heaven from hell, blue skies from pain...
Dioooooooooooooooooos. Me comporto como una autómata y no siento. No siento, ni padezco. Ni penas, ni alegrías. Día tras día el cielo se oscurece alrededor. Pero, ¿qué más da? Nadie lo nota. Cuando llegue la oscuridad total, espero que sepas cómo encender la luz. Hace mucho tiempo que perdí el sentido de la orientación y ya no recuerdo dónde estaba el interruptor. O quizás lo que he perdido sea poco a poco la memoria. El día en que no me acuerde de ti, ¿qué harás? ¿Qué haremos?
Did they get you to trade your heroes for ghosts?
No sé nada de fantasmas. Ni de héroes.
El autobús para. ¿Ya hemos llegado? Me levanto a toda prisa. Cojo la bandolera y me la cuelgo al hombro. Me tira del pelo. Lo aparto. Bajo los escalones. Salgo al exterior. Hace más frío todavía. Camino rápido hacia casa. No he dado ni diez pasos cuando empieza a chispear. Cuatro más y comienza el chaparrón. Paro. Levanto las manos, con la palma hacia arriba. Alzo la cara y dejo que la lluvia me empape la cara. Cierro los ojos y sonrío. Dejo que mis océanos se confundan con las gotas. Me deshago de la sensación de opresión. Soy libre.
Llego a casa calada. No importa. ¿Hola? No hay nadie. Dejo la mochila sobre la silla del escritorio y veo el post-it de mi madre. No volverán hasta más tarde. Mejor. Me dejo caer sobre la cama. La lluvia me cae todavía en finos hilos sobre el alma, y moja las sábanas. La tranquilidad me absorbe. Y en un último pensamiento, no del todo coherente quizás, me digo que...
How I wish you were here.
Y, de repente, ya no hace frío.