miércoles, 25 de mayo de 2016

miércoles, 18 de mayo de 2016

La ley de oro

Todavía no sé cómo empezar. Recuerdo la ley de oro, pero el principio es demasiado complicado.

Hoy quise quemar tus cartas. Leer cada una de ellas. Olerlas. Acariciarte a través de sus palabras. Romperlas después en diminutos pedazos. Quebrar tus recuerdos. Empaparlos en gasolina y verlos morir. Ese sería un final.

Estoy segura de que tú ni siquiera tomaste todo ese tiempo para destruir las mías. Un día cualquiera, un click cualquiera, y adiós. Ojalá te hubieran temblado las manos. Ojalá el temblor te hubiera perseguido durante días como me rondan tus recuerdos en los días de viento.

Leo tus cartas. Una a una. Autoapuñalándome en el corazón. Retorciéndome. No puedo seguir. Malditos tus ojos, y tus manos, y tus recuerdos. Cada uno grabado a fuego en las cicatrices de la memoria, acompañándome al infierno cada otoño. Malditas tus alas de pájaro hambriento, de pájaro azul.

Tú ya has tenido tu final. Yo sigo esperando ese día en el que poder echar todas tus cartas a las llamas con un click.

Mientras...
You'll be the poison, you'll be the cure.

domingo, 1 de mayo de 2016

Pío-pío


Sobre la poesía

"Habría un par de cosas que decir/
que nadie la lee mucho/
que esos nadie son pocos/
que todo el mundo está con el asunto de la crisis mundial/ y

con el asunto de comer cada día/ se trata
de un asunto importante/ recuerdo
cuando murió de hambre el tío juan/
decía que ni se acordaba de comer y que no había problema/

pero el problema fue después/
no había plata para el cajón/
y cuando finalmente pasó el camión municipal a llevárselo
el tío juan parecía un pajarito/

los de la municipalidad lo miraron con desprecio o desdén/ murmuraban
que siempre los están molestando/
que ellos eran hombres y enterraban hombres/ y no
pajaritos como el tío juan/ especialmente

porque el tío estuvo cantando pío-pío todo el viaje hasta el crematorio municipal/
y a ellos les pareció un irrespeto y estaban muy ofendidos/
y cuando le daban un palmetazo para que se callara la boca/
el pío-pío volaba por la cabina del camión y ellos sentían que les hacía pío-pío en la cabeza/el

tío juan era así/ le gustaba cantar/
y no veía por qué la muerte era motivo para no cantar/
entró al horno cantando pío-pío/ salieron sus cenizas y piaron un rato/
y los compañeros municipales se miraron los zapatos grises de vergüenza/ pero

volviendo a la poesía/
los poetas ahora la pasan bastante mal/
nadie los lee mucho/ esos nadie son pocos/
el oficio perdió prestigio/ para un poeta es cada día más difícil

conseguir el amor de una muchacha/
ser candidato a presidente/ que algún almacenero le fíe/
que un guerrero haga hazañas para que él las cante/
que un rey le pague cada verso con tres monedas de oro/

y nadie sabe si eso ocurre porque se terminaron las muchachas/ los almaceneros/ los guerreros/ los reyes/
o simplemente los poetas/
o pasaron las dos cosas y es inútil
romperse la cabeza pensando en la cuestión/

lo lindo es saber que uno puede cantar pío-pío
en las más raras circunstancias/
tío juan después de muerto/ yo ahora
para que me quieras".

Juan Gelmán, Sobre la poesía (Hacia el sur, 1982).