sábado, 24 de octubre de 2015

No demasiado.

Te recuerdo como un huracán.

Vuelve el otoño y con él ese deseo lacerante de tu mirada. Te sorprenderá saber que ya casi nunca tengo las manos frías. La sangre ha vuelto a su cauce y ya no se me para el corazón cada mañana a las 8:50 a. m. Te gustará saber que el silencio ya no me hace sentir incómoda, que ya no me descubro echándote de menos. No demasiado.

Me alejé de tu sonrisa afilada, aunque daría lo que fuera por uno de tus cuentos de buenas noches. Permití que guiaras mis manos sobre el papel, que fueras el motor de todos mis relatos. Y ahora ya ni siquiera le tengo miedo a la página en blanco. Ahora me río de la página en blanco, bailo sobre ella, me desnudo y no siento vergüenza. No demasiada.

Ya no hay tinta en mis dedos. Ahora levanto la cabeza y ya no me preocupa en exceso pasar desapercibida. Doblo las esquinas de la página en blanco y hago barcos de papel con ella. Luego les pongo tu nombre y los echo a navegar por los ríos de la memoria. A veces chocan y se hunden. Y no me siento culpable. No demasiado.

Quise escribirte y describirte. Saber todos tus secretos, y ser el más importante de ellos. Ahora no eres más que una suave brisa que remueve mis entrañas cuando alguien pasa por mi lado y lleva tu colonia. Ya no me dueles. No demasiado.