lunes, 29 de octubre de 2012

Me parece igual a los dioses.

Me parece que es igual a los dioses
el hombre aquel que frente a ti se sienta,
y a tu lado absorto escucha mientras
dulcemente hablas
y encantadora sonríes. Lo que a mí
el corazón del pecho me arrebata;
apenas te miro y entonces no puedo
decir ya palabra.
Al punto se me espesa la lengua
y de pronto un sutil fuego me corre
bajo la piel, por mis ojos nada veo,
los oídos me zumban,
me invade un frío sudor y toda entera
me estremezco, más que la hierba pálida
estoy, y apenas distante de la muerte
me siento, infeliz.

Safo de Lesbos, la décima Musa.

lunes, 8 de octubre de 2012

Tus manos de luz.

A veces me arranco el alma de cuajo y la encierro en la jaula a pensar, como un niño pequeño. "¿Se hace eso?", le pregunto, "¿se hace eso?", y subo el tono. Luego me doy la vuelta y la dejo a oscuras, sin saber qué es exactamente lo que ha hecho mal.

Salgo a la calle sin ella y la luz del sol me quema el vacío que llevo dentro. Y me acuerdo de ese "Todo lo llenas tú, todo lo llenas" de Neruda. También me gustaría que me oyeras como quiero que me oigas, y no desde esta boca agrietada, desde estos labios que ya sólo saben a sangre.

Grito de impotencia, pero no grito. La vergüenza, qué gran compañera de viaje. Toda la vida escondiéndome, intentando pasar desapercibida, observándote desde las sombras. A ti y a tu sonrisa, y a tus manos de luz. Toda la vida en un parpadeo de tus ojos infinitos.

Cuando vuelvo, el alma llora desconsolada y me pide perdón a ciegas. Ya ni recuerdo porqué la he encerrado esta vez. Será hora de sacarla, de volver a sentir, de pisotearnos los impulsos. Quizás algún día sea ella la que me encierre a pensar. Y entonces, apaga y vámonos.