martes, 22 de mayo de 2012

Calm down.

Lo importante no es deshacerse de los recuerdos, sino aprender a vivir con ellos, llevarlos con delicadeza en nuestro interior y mantenernos firmes cuando se nos presentan inesperadamente. Y es difícil, claro, pero confío en que el tiempo nos enseñará. Es un buen maestro, ¿sabes?

domingo, 20 de mayo de 2012

La carta infranqueable.

A veces, las palabras sobran. Y todo lo que quería decirte se desvanece en un eléctrico cruce de miradas.

Nunca te había sentido tan cerca. O ya no lo recordaba, al menos. Eres como esas tardes de invierno en casa, cuando llueve tras la ventana y un café se enfría lentamente en mis manos. Cálido y tranquilo, lleno de paz. He visto mil veces tu sonrisa, pero nunca me había fijado en la enredadera que se extiende alrededor de tus pupilas. Esa que un día, Dios sabe cómo, me atrapó; y en la que no había reparado aún.

Me enloquece la sola oportunidad de observar con detenimiento la línea invisible que separa la piel de tu rostro de la que conforma tus labios. O los pequeños surcos que la cruzan, testigos de cada una de tus expresiones.

Me devoran mis anhelos. Los contengo y me desgarran, pero soy más fuerte. Hay una delgada barrera entre los sueños y la realidad, cada vez estoy más segura. Y tú te deslizas entre ambos mundos con una facilidad envidiable y muy, muy peligrosa. Puedo observar cada detalle al milímetro mientras hablas sobre cualquier otra cosa y, después, responderte con toda la naturalidad de la que sea capaz. O quedarme callada, sonriéndote en silencio.


Luego, te escribo miles de palabras que no consiguen expresar nada. Y tú me sigues llamando tonta, y bonita, y niña. Y yo pienso que no puede haber nada mejor. Que traspasar esa barrera es una muerte segura. Que tocar un milímetro de esa piel llena de historias sería encontrar el veneno definitivo y letal. Y rompo las palabras, que se desintegran en las yemas de mis dedos.




Algún día muy lejano, quizás te envíe una carta de verdad.


lunes, 14 de mayo de 2012

III. Tu caos es mi orden.

El cristal refleja tus ojos sobre el paisaje
y se confunden con el aroma extraño
que desprenden tus temblores.
La vida es algo más que imágenes
en blanco y negro. O quizás no.
No creo en Dios, ni en sus hazañas.
Ni en el palpitar dudoso de un corazón desarmado.
A veces me descubro tratando de darle
sentido a tus silencios. A tus miradas.
Pero tampoco creo en ellos todo el rato.
Tus terremotos se han calmado, y no,
yo ya no estoy allí.
Lo más doloroso es enfrentarse al espejo,
que te devuelve un aliento vomitivo, enfermizo,
y una piel de papel de fumar.
Encajar el golpe. Continuar.

¿Y en qué creo entonces?
Los árboles se dejan mutilar por la brisa,
y nosotros por susurros.

Y esa es la única verdad posible.