domingo, 29 de enero de 2012

Trop sensible.


Cherche en toi cette lumière
au coeur d'ange,
l'humain est bien plus beau
que ce qu'il n'y paraît.

domingo, 22 de enero de 2012

Nebulosa.

Las notas de un piano desconocido envuelven mis pensamientos. Y tú giras en el centro de todos ellos, como la estrella recién nacida en una nebulosa lejana. Los acontecimientos y las opiniones se suceden sin mucho sentido. La sociedad se corrompe, se pudre. La mierda ya no salpica, se hunde entre el fango que nos cubre y nos asfixia. Perdona que sea tan brusco. Hablaba sobre ti, sobre tu manera única de mantenerte firme después de tantos terremotos.

Me gustaría reconocer de una vez lo cobarde que soy y poder esconderme en tu cuerpo antibalas. Pareces el único puerto seguro al que anclarme en días de tormenta. Y, al mismo tiempo, te conviertes en esa mar furiosa que trata de arrastrarme hacia sus profundidades. Pero justo en ese último segundo de vida, en esa burbuja de aire que se escapa de mis pulmones, me devuelves a esa playa compuesta por granos de ánimo, que no de arena.

Silencio. Despierto. Las notas comienzan de nuevo, esta vez más cercanas, más reales. Me doy la vuelta, todavía aturdido, y abro los ojos despacio. Allí estás, sentada al piano, desnuda, perfecta. Me sonríes y me muero de celos por cómo acaricias las teclas. Puede que lo único que valga la pena en este puto mundo sean tus miradas. No voy a filosofar ahora, ni a convertirme en poeta. Pero observo cada milímetro de tu piel y, dios mío, no sabes las ganas que tengo de hacerte el amor entre las sombras.

lunes, 16 de enero de 2012

Tus pupilas marinas.

Quiero ser el puto humo de tu cigarrillo, convertirme en lo único capaz de matarte lentamente y así hacerte eterno. Voy a desnudarme de cicatrices para entregarte un corazón completo. ¿Y si me encierro en los milímetros que separan tus labios? ¿Y si me ahogo en tus pupilas marinas? ¿Me querrás entonces?


¿Y si dejo la poesía, la mala vida? ¿Y si dejo de inventarme amores imposibles? ¿Me querrás entonces?

lunes, 9 de enero de 2012

Detalles.

Lo único destacable de él es que tenía agujeros en sus graciosos calcetines a rayas. ¿Qué más? Nada más. Vestía como alguien normal, hablaba con un acento normal, se comportaba como un humano normal. Lo que hace a alguien especial son esas pequeñas cosas que se nos quedan grabadas en la memoria.

Lo que lo hacía especial eran sus agujeros en los calcetines. Y lo mucho que le gustaba ponérselos. A Marta le gustaba el azúcar con café. Carlos pisaba sólo las líneas blancas en los pasos de cebra. Violeta cogía el cuchillo como un bolígrafo. Nerea torcía la boca cuando estaba nerviosa o su mente viajaba entre pensamientos a toda velocidad. Pablo coleccionaba llaves extraviadas. Laura siempre salía con coloretes de los exámenes. Mónica movía las aletas de la nariz cuando estaba a punto de llorar. Esteban nunca llevaba paraguas, le gustaba demasiado la lluvia. Daniel olía la comida antes de metérsela en la boca, puro instinto. Victoria estiraba las mangas de los jerseys con su timidez.

¿Qué importa su nombre, en realidad? ¿Qué importa su aspecto? Puedo decirte que era profesor, estudiante de Bellas Artes o un ejecutivo anciano. ¿De eso depende tu opinión? No, claro que no. Lo bonito es dejar volar a tu imaginación.

A mí me gusta guardar hasta el envoltorio de los regalos y llevarme todo a casa. Luego ya lo tiraré. ¿Y tú?


Son los detalles los que nos hacen visibles, no la normalidad.

miércoles, 4 de enero de 2012

Ojos de hierba.

¿Sabes? A veces pienso que Alma es un poco salvaje. Aunque me gusta verla así, con sus instintos animales y su elegancia felina. Tiene las manos más dulces que he visto en mi vida, y también las más frías. Y, sin embargo, se le derriten los labios en cada sonrisa.

Está tan llena de sentimientos que a veces da miedo hasta mirarla, por si le nace alguno más y explota. Tiene esa pureza extraña de quien no ha sido decepcionado todavía y, al mismo tiempo, un corazón lleno de heridas a medio cicatrizar. De vez en cuando se le abre alguna, con una canción o una foto. A veces, una simple palabra basta. Veo cómo intenta curarse, cómo trata de que no se desate el caos ahí dentro. Y me siento impotente, inútil, por no poder ayudarla.

Alma vive en una nube. Alto, muy alto. Y lejos, muy lejos. Cuando se aburre de la soledad, viene a por mí. Cuando subo nunca miro abajo, tengo un miedo espantoso a las alturas. Sólo la observo a ella y me pregunto si seré su único acompañante. Me sorprendo a mí mismo cubierto de celos, de rabia. Alma dirige sus grandes ojos hacia mí y me dice lo de siempre:

-Déjate de palabrerías, que eso le corresponde a la Razón, y aquí sólo estoy yo. Ella no existe.

Es entonces cuando mi mente queda en blanco. La aprisiono contra la mullida nube, su cara a unos centímetros de la mía, nuestros cuerpos tan cerca. Tengo ganas de preguntarle quiénes son, dónde viven e ir a estrangularlos con mis propias manos cuando baje. Pero todo se desvanece y sólo queda ella. No hay palabras, ni amantes, ni celos. Sólo queda Alma y su interior lleno de sentimientos.

Ella me los quita todos. Y así, vacío, sólo soy capaz de mirarla y crear uno nuevo. Uno que ella no conoce y que a mí me mata. Tengo miedo de que lo descubra en el anhelo de sus labios, de su piel. La acaricio suavemente y me alejo. Nos quedamos quietos. Yo con el único sentimiento bueno que he sido capaz de crear y Alma allí, con sus ojos de hierba, intentando robármelo.

Alma no sabe que si consigue averiguar qué sentimiento escondo, no podrá resistirse a quitármelo. Y, entonces, todo será silencio.