sábado, 26 de noviembre de 2011

Envíame una armada de corazones de acero.


La necesito.
Necesito su agradable frialdad. Su indiferencia. Su buen criterio.
Necesito que enfríen el revoltijo de lava que se está apoderando de nuestras almas.
Que me encierren. Que me ahoguen. Que me maten.
Que luchen por mí.

Envíame una armada de corazones de acero.


Foto a una de las maravillosas frases que se esconden entre las páginas de La mecánica del corazón, de Mathias Malzieu.

domingo, 20 de noviembre de 2011

El prisionero del cielo.

Siempre he sabido que algún día volvería a estas calles para contar la historia del hombre que perdió el alma y el nombre entre las sombras de aquella Barcelona sumergida en el turbio sueño de un tiempo de cenizas y silencio. Son páginas escritas con fuego al amparo de la ciudad de los malditos, palabras grabadas en la memoria de aquel que regresó de entre los muertos con una promesa clavada en el corazón y el precio de una maldición. El telón se alza, el público se silencia y, antes de que la sombra que habita sobre su destino descienda de la tramoya, un reparto de espíritus blancos entre en escena con una comedia en los labios y esa bendita inocencia de quien, creyendo que el tercer acto es el último, nos viene a narrar un cuento de Navidad sin saber que, al pasar la última página, la tinta de su aliento lo arrastrará lenta e inexorablemente al corazón de las tinieblas.


Julián Carax, El prisionero del cielo. (Editions de la Lumière, París, 1992).


Ésa es la primera página de El prisionero del cielo, de Carlos Ruiz Zafón. Pronto lo tendré entre mis manos, y no podré soltarlo. Hasta entonces, me conformo con eso, y estos tres capítulos.
http://www.antena3.com/especiales/ruiz-zafon-prisionero-cielo/capitulos-prisionero-cielo-ruiz-zafon_2011111100048.html

Disfrutadlo.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Accelerando.

Quiero ser el vaho que se escapa de tu boca en cada una de tus palabras. La brisa que se cuela bajo tu ropa y acaricia tu piel. El rojizo atardecer en contraste con el verde de tus ojos. La nube que se derrama en lluvia sobre ti en los días de invierno. El sol de tus noches más frías. El frío cristal empañado sobre el que dibujas corazones. Las lágrimas que habitan en tus ojos, se deslizan por tu rostro y mueren en tus labios.

Quiero ser la melodía de tu risa. La banda sonora de tus días más alegres. La canción que tarareas antes de caer dormido. El himno de tu valor. Y tu escondite cuando huyes. El mar que hunde tu navío. La madera a la que te abrazas. La isla desierta que te salva la vida.

Quiero ser la causante de tus temblores. Y los escalofríos que suben por tu espalda.

Quiero ser tu sombra. Tu calor. Tus latidos. Tu rebeldía. Tus sentidos. Tu piel. Tus manos. Tu boca. Tu saliva. Tus arrebatos. Tu risa. Tus segundos. Tu deseo febril. Tu placer. Tus pulsaciones. Tus gemidos. Tu orgasmo. Tus caricias. Tus párpados. Tu sueño.

Quiero ser la tenue luz que cubre tu silueta desnuda en las noches de luna llena.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Words don't come easy.

Los días de viento me hacen recordar que todavía vivimos en la realidad. Que tus secretos han cambiado de dueña. Que ahora soy yo la que teme encontrarse contigo. Esos días me quedo en casa, bajo las mantas, arropada por un calor que no consigue calmar mis temblores. El corazón late despacio y duele. Los sentimientos se congelan, se caen, se rompen.

Perdona si mis sueños nunca estuvieron muy cuerdos. Ya han empezado con el tratamiento. El doctor me ha dicho que con un par de sesiones se tranquilizarán. Aunque siempre puedo acudir a la lobotomía y borrarlos para siempre. Uy, qué brutalidad.

Nunca te pedí permiso. Y en el momento en que dijiste no, me fui. Para siempre. Para siempre es lo que decías después de ocho letras. Ahora pienso que nunca lo creíste de verdad. Y no te culpo. Ese nosotros era tan invisible, tan intangible, tan efímero.

El viento me trae el recuerdo de tus promesas rotas. Las arroja hacia mí, me golpea con ellas. Y masacrada por el bombardeo, me arrastro hacia un rincón. El rincón del castigo. Por recordarte. Por dolerme. Pero, me evaporo y escapo de la jaula en la que me encierra mi propia mente. Y siempre le acabo echando la culpa a los días de viento.

¿Puedes decirme si el viento se llevó mis palabras aquella noche? ¿Puedes decirme si también te arrebató mis cartas de las manos y las arrojó al mar? ¿Puedes decirme si es perfectamente normal o si ahora soy yo la lunática? Mientras, se me cae pedazos en forma de hoja, del árbol de mi alma.